Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán
Para el día de hoy (09/11/18):
Evangelio según San Juan 2, 13-22
Hoy la Iglesia hace memoria de la Dedicación de la Basílica de san Juan de Letrán: en el año 324 el emperador Constantino donó al Papa San Silvestre un palacio imperial situado sobre el monte Celio, en Roma, el palacio imperial de Letrán. En ese solar se edificó luego la primer basílica de la cristiandad, en cuyo frente puede leerse hoy Madre y Cabeza de todas las Iglesias de la ciudad y el mundo.
El obispo titular, cuya cátedra se sitúa en esa basílica, es el obispo de Roma, primus inter pares, primero entre sus hermanos obispos en la caridad, el Santo Padre.
Además de una historia tan rica y del profundo simbolismo involucrado, la celebración nos convoca a la reflexión. Volver a preguntarnos que significa para nosotros un templo, su sacralidad, su importancia.
Lo hemos contemplado en numerosas ocasiones: al Dios que Israel encontraba en la imponente fastuosidad del Templo de Jerusalem, ahora se lo encuentra en la persona de Jesucristo.
El Maestro nos lo enseñó: al Padre se lo adora en Espíritu y en verdad, y por los frutos se conocen la identidad. Por ello el culto primero es la compasión. Abbá Padre de Cristo quiere misericordia antes que sacrificios.
Por eso a Dios no se lo sitúa en un lugar específico, en un templo de piedra. A Dios se le encuentra en Cristo y en sus hermanos, porque la Santísima Trinidad hace morada en todos los hijos, templos vivos y latientes del Dios de la vida.
Innumerables templos andantes que no son cuidados, ni tratados con el debido respeto, templos cuya liturgia primordial es la caridad.
Pero los templos/edificios también tienen su importancia: es la casa en donde la comunidad se reune a orar, celebrar, agradecer, y a una familia se la reconoce por lo que hace y por el talante de su casa.
Que el celo empeñado en los templos de piedra se nos vuelva también un celo inquebrantable en la defensa de la vida, la justicia y la libertad.
Paz y Bien
El obispo titular, cuya cátedra se sitúa en esa basílica, es el obispo de Roma, primus inter pares, primero entre sus hermanos obispos en la caridad, el Santo Padre.
Además de una historia tan rica y del profundo simbolismo involucrado, la celebración nos convoca a la reflexión. Volver a preguntarnos que significa para nosotros un templo, su sacralidad, su importancia.
Lo hemos contemplado en numerosas ocasiones: al Dios que Israel encontraba en la imponente fastuosidad del Templo de Jerusalem, ahora se lo encuentra en la persona de Jesucristo.
El Maestro nos lo enseñó: al Padre se lo adora en Espíritu y en verdad, y por los frutos se conocen la identidad. Por ello el culto primero es la compasión. Abbá Padre de Cristo quiere misericordia antes que sacrificios.
Por eso a Dios no se lo sitúa en un lugar específico, en un templo de piedra. A Dios se le encuentra en Cristo y en sus hermanos, porque la Santísima Trinidad hace morada en todos los hijos, templos vivos y latientes del Dios de la vida.
Innumerables templos andantes que no son cuidados, ni tratados con el debido respeto, templos cuya liturgia primordial es la caridad.
Pero los templos/edificios también tienen su importancia: es la casa en donde la comunidad se reune a orar, celebrar, agradecer, y a una familia se la reconoce por lo que hace y por el talante de su casa.
Que el celo empeñado en los templos de piedra se nos vuelva también un celo inquebrantable en la defensa de la vida, la justicia y la libertad.
Paz y Bien
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