Para el día de hoy (28/02/18):
Evangelio según San Mateo 20, 17-28
El pedido de la madre de Juan y Santiago no es el ansia materna por el progreso de sus hijos, ni tampoco una actitud fuera de lugar, pues responde a cuestiones mucho más profundas y persistentes a través de la historia.
Se trata de que Santiago y Juan no han querido comprender la raíz de la Buena Noticia de la Gracia y siguen presos de esos esquemas de poder y de prebendas, en donde el Mesías reinará por sobre sus enemigos derrotados en batalla y, por lo tanto, ellos compartirán los beneficios de su gloria.
Es el ansia tenaz de dominio y sometimiento del otro, aún en nombre de buenas intenciones, es la adicción al poder por el poder mismo, en donde sólo unos pocos han de gobernar y por ello ser venerados y reconocidos, mientras la gran mayoría languidece con migajas y en silencio, carentes de importancia e identidad.
Para esta mentalidad, servicio y fraternidad son solo variables semánticas, inaplicables en la vida diaria, que se declaman con fruición pero jamás se practican. Es la espiritualidad de la Gloria, en donde la cruz sigue siendo -hasta nuestro días- algo que hay que evitar, que es escandalosa y que es una locura.
Los otros discípulos se indignan frente a este pedido de la familia de Zebedeo, y se desata una virulenta polémica; seguramente, se ofendieron porque aquellos dos se adelantaron en pedir lo que todos ellos esperan fervorosamente y en secreto.
No es fácil beber del cáliz del Maestro, claro que no.
Su vino es el mejor de los vinos, el mismo que siempre pide María de Nazareth para que la celebración de la vida no se nos duerma. Ese vino está hecho de vides de servicio y entrega de la existencia para bien del otro, de presentar batalla a todo egoísmo, de hacerse esclavo para la liberación, vides de vida ofrecida para el rescate de muchos, vides de fraternidad y compasión, de no figurar, de quedarse en segundos planos para que los pobres y pequeños pasen al frente.
Con ese vino hemos de brindar si queremos seguir sus pasos en verdad y fidelidad.
Paz y Bien
Se trata de que Santiago y Juan no han querido comprender la raíz de la Buena Noticia de la Gracia y siguen presos de esos esquemas de poder y de prebendas, en donde el Mesías reinará por sobre sus enemigos derrotados en batalla y, por lo tanto, ellos compartirán los beneficios de su gloria.
Es el ansia tenaz de dominio y sometimiento del otro, aún en nombre de buenas intenciones, es la adicción al poder por el poder mismo, en donde sólo unos pocos han de gobernar y por ello ser venerados y reconocidos, mientras la gran mayoría languidece con migajas y en silencio, carentes de importancia e identidad.
Para esta mentalidad, servicio y fraternidad son solo variables semánticas, inaplicables en la vida diaria, que se declaman con fruición pero jamás se practican. Es la espiritualidad de la Gloria, en donde la cruz sigue siendo -hasta nuestro días- algo que hay que evitar, que es escandalosa y que es una locura.
Los otros discípulos se indignan frente a este pedido de la familia de Zebedeo, y se desata una virulenta polémica; seguramente, se ofendieron porque aquellos dos se adelantaron en pedir lo que todos ellos esperan fervorosamente y en secreto.
No es fácil beber del cáliz del Maestro, claro que no.
Su vino es el mejor de los vinos, el mismo que siempre pide María de Nazareth para que la celebración de la vida no se nos duerma. Ese vino está hecho de vides de servicio y entrega de la existencia para bien del otro, de presentar batalla a todo egoísmo, de hacerse esclavo para la liberación, vides de vida ofrecida para el rescate de muchos, vides de fraternidad y compasión, de no figurar, de quedarse en segundos planos para que los pobres y pequeños pasen al frente.
Con ese vino hemos de brindar si queremos seguir sus pasos en verdad y fidelidad.
Paz y Bien
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