Para el día de hoy (13/02/18):
Evangelio según San Marcos 8, 13-21
La vida es una harina que con buena levadura puede hacerse pan, la
levadura mejor de la Palabra de Dios que convierte existencias, pueblos,
el mundo entero.
El Maestro lo aprendió en su niñez nazarena, cuando observaba
atentamente a su madre y a las otras mujeres del pueblo colocando un
pequeño puñado de levadura en las medidas de harina para el pan diario.
Sabía de la fuerza transformadora de lo en apariencia pequeño, al igual
que la semilla del grano de mostaza.
Sin embargo, les advierte a los discípulos que hay otras levaduras que
no son tan buenas. Más aún, que son malsanas y corrompen ese destino
magnífico de pan nutricio. Y distingue dos levaduras de las cuales han y
hemos de estar en guardia, tener cuidado que no nos fermente. Hay cosas
que, aunque graves y peligrosas pasan y perecen. La mala levadura es
peligrosa por los efectos perdurables que ocasiona, y puede ser nefasta.
Así entonces la levadura de los fariseos. Se trata principalmente de un
fermento de cariz religioso; es el puntilloso cumplimiento del precepto
por el precepto mismo, es la pretendida manipulación de la voluntad
divina merced a la acumulación de méritos piadosos, es la hipocresía de
sostener la pura exterioridad y olvidar el corazón, es una vida
estructurada en donde todo está dicho, en donde no hay posibilidad de
asombrarse ni espacios para nada nuevo, es el ámbito de un dios que
premia o castiga según las conductas. En esa levadura no hay sitio para
el amor que es el Dios de Jesús de Nazareth.
Por otro lado, está también la levadura de Herodes. Aunque apoye sus
pies en cierto sectarismo religioso, se trata de un fermento
intrínsecamente relacionado con el poder, con su uso y su abuso. Es la
componenda falaz, la racionalización del uso de la fuerza, la
perpetuación del dominio, la justificación de los medios de acuerdo a
los fines, la supresión del disidente, la corrupción como lógica
primordial. En esta levadura la generosidad, el servicio y la
solidaridad jamás pueden florecer.
Todos nosotros portamos algún resabio de estas levaduras. Y sólo con el
fermento de la Palabra podremos convertirnos en pan para el hermano,
sencillo y humilde maná que sea bendición en nuestros lugares, como
Aquél que ha satisfecho el sustento ausente de tantos, y el hambre de
verdad de todos.
Paz y Bien
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