Fidelidad a la vocación










Domingo 5º durante el año

Para el día de hoy (05/02/17):  

Evangelio según San Marcos 5, 13-16




En el siglo I y especialmente en Tierra Santa, la sal era muy valiosa: poseía reminiscencias bíblicas referidas a la purificación -la arena del desierto es salada-, y por ello los animales que se ofrecían en sacrificios en el Templo debían salarse.
Por otra parte, en la vida cotidiana, la sal se utilizaba para conservar los alimentos, a menudo con las carnes en una suerte de charque, en una región en donde las altas temperaturas tienden a pudrir los alimentos.
La sal era muy valiosa, y a menudo a los trabajadores / jornaleros se les pagaba su sueldo mediante grandes trozos de sal traídos de salitrales distantes; de allí, precisamente, nace nuestra idea actual de salario.

Pero el sentido común marca también que la sal se utiliza en pequeñas proporciones, que su función también es brindar sabor a las comidas y, más todavía, que la sal adquiere sentido cuando se la utiliza, cuando se aplica a salar, a brindar sabor, a conservar los alimentos. La sal, por sí misma, se desvirtúa y carece de sentido, y debe echarse al suelo para ser pisoteada y evitar los resbalones.

Justamente, el Maestro enseña que la vocación cristiana tiene un destino y carácter salobre. 
Ser sal de la tierra es el color de las Bienaventuranzas, y posee la amplia perspectiva de conservar la existencia, de impedir la corrupción, de purificar las horas, de que a esta vida que se nos ha concedido dé gusto vivirla.
Ser sal de la tierra implica una humilde desventaja, una pizca de sal pasa inadvertida y aún así tiene una función crucial, y se nota demasiado su ausencia.

Fieles a esa vocación, portamos una luz que no nos pertenece y hace retroceder todas las tinieblas.

Paz y Bien


1 comentarios:

ven dijo...

Gracias, por su mensaje de hoy, esta claro, solo puedo decir esto, gracias. un fuerte abrazo fraterno.

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