Para el día de hoy (06/02/17):
Evangelio según San Marcos 6, 53-56
El Maestro y los suyos han regresado de su viaje misionero por tierras gentiles: el Evangelista Marcos nos sitúa en Genesaret, es decir en tierras judías. Ello implica una ubicación geográfica puntual, un marco cultural preciso pero, muy especialmente, severísimos criterios religiosos de pureza e impureza ritual.
La escena es terrible. Un mar de gente postrada, doblegada por la enfermedad es llevada por sus seres queridos al paso del Cristo que pasa; son los descartados por ese sistema estricto de castigos divinos razonados, pues ese es el concepto que prevalece sobre la enfermedad. Toda una señal de las preferencias de Dios que se expresan en Cristo.
Las camillas en nada se parecen a las angarillas sanitarias actuales: se trata de los colchones en donde los enfermos languidecen a diario, es decir, el mundo del dolor acotado a un pequeño rectángulo. Esas camillas, esas angarillas traen consigo el significado de llevar a la presencia sanadora de Cristo las existencias de esas personas excluidas de todo.
Son muchos, demasiados, llegan de todos pueblos, ciudades y aldeas. En todas partes acontece lo mismo, como si saliera a la superficie un subsuelo de sufrimiento que a diario se ignora y se apisona con presión constante. Pero en todas partes también suplican al Maestro que le permitan tocar los flecos de su manto.
Ello no es casual: todos los varones judíos observantes de las tradiciones -y Cristo lo era- usaban sobre sus ropas un manto o tallit que en sus extremos llevaba anudadas borlas o flecos que representaban el nombre sagrado e impronunciable de Dios.
Todos los que tocaban esos flecos quedaban sanos.
No había allí superstición, pues superstición es fé corrupta, la tendencia a adjudicar a objetos y ritos acciones mágicas o milagreras, que no milagrosas.
Allí había fé, una confianza en ese Cristo que a nadie rechaza y a todos sana. Ellos se aferran al santo nombre de Dios que encuentran en Cristo, un Cristo que saalva, que ama sin límites y que por ello nos sana de todos los males.
Paz y Bien
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