Levadura farisea, levadura de Herodes













Para el día de hoy (14/02/17):  

Evangelio según San Marcos 8, 13-21




La escena parece contradecirse en sí misma, pues el Evangelista sostiene que los discípulos, habiéndose embarcado, olvidaron llevar pan y no tenían más que un pan en la barca. 
En realidad, en afanes menores y distracciones banales dejaron de lado y perdieron la mirada en su verdadero centro, Cristo, el Pan de vida. 

Aún en mares encrespados, aún cuando imperen confusiones y falta de identidad, el Maestro no baja los brazos y enseña las cosas del Reino, un Reino que no puede cernirse nunca a los vaivenes del mundo.

Los discípulos han de cuidarse de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes. 
En la tradición ancestral judía, el pan perfecto ha de ser matzah, es decir, pan ázimo, sin levadura, toda vez que se entiende que la levadura y su acción de fermento es un proceso de corrupción interna de la masa.
Así entonces y ante todo, ambas levaduras -la farisea y la herodiana- indican corrupción de los corazones y señalan las respectivas esperanzas mesiánicas.

La levadura farisea es la que impone una religiosidad aferrada a las formas exteriores pero que olvida lo que subyace, lo que importa y cuenta. De allí que supone que la acumulación de gestos piadosos normados acarrea indefectiblemente la bendición divina, una fé para unos pocos puros que deja a tantos fuera, abandonados a su suerte, ovejas sin pastor. Levadura de una masa que no alimenta pues no hay espacios para la Gracia.

La levadura herodiana es la levadura del poder, de la política sin ética, del todo vale, del fin que justifica los medios, pero es también la teología de la prosperidad y la importancia del más acá. Los ricos son ricos porque Dios asi lo quiso, los pobres también.

Ellos deben volver sus corazones, mirar y ver lo que Él ha hecho: cuando multiplicó los panes en tierras judías, todos se saciaron y quedaron doce canastas llenas de pan. Cuando multiplicó los panes en tierras gentiles, también todos se saciaron y quedaron siete cestos repletos de pan.
La Salvación es don del amor de Dios que se ofrece a los hijos de Israel y a todos los pueblos, y las canastas y los cestos llenos es el pan de la vida, Cristo mismo que aguarda la llegada de los hambrientos de todos los tiempos.

Paz y Bien

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