Para el día de hoy (04/02/17):
Evangelio según San Marcos 6, 30-34
La compasión era el motor fundamental que animaba el ministerio de Jesús de Nazareth. El miraba con un amor entrañable a las multitudes abandonadas a su suerte y se comprometía con ellos, ponía manos a la obra aún cuando a Él mismo el cansancio y el agotamiento pareciera ganarle la partida: Él nunca postergaba ni razonaba la demora en el socorro, en ponerse en el lugar del otro y así cambiar las cosas.
Ello nacía de sus entrañas, es decir, conmovía las honduras de su ser, y por la fé comprendemos que se trata de un profundo compromiso de amor y ternura de Dios para con los pobres, los humildes, los olvidados.
Desde esa misma fé, desandamos activismos vanos y proselitismos de carácter ideológico, y la compasión se nos vuelve a nosotros también motor y centro de la misión cristiana.
Pero así como se ocupaba de las ansias y el abandono de las multitudes, también se preocupaba por los suyos, por los discípulos, por los amigos.
Que no cayeran en las tóxicas mieles del éxito, en la fútil dialéctica del éxito y el fracaso. Que no se descentren. Que el cansancio no les nuble el horizonte.
Más aú: Él estaba atento a los pequeños detalles, la necesidad de un lugar tranquilo y apacible en donde pudieran comer y descansar.
Esto es importantísimo y es parte de nuestra misión: a menudo nos gana la ambición de los grandes proyectos, pero la compasión comienza por dedicarse con todo el corazón a las necesidades del hermano que está a nuestro lado, su hambre, su salud, su cansancio, su paz. Su bienestar.
Matices de compasión que son expresiones humildes de la caridad que nos enriquecen los días y edifican el Reino.
Paz y Bien
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