8° Domingo durante el año
Para el día de hoy (26/02/17):
Evangelio según San Mateo 6, 24-34
Las lecturas lineales o superficiales son siempre peligrosas. Unas, por caer en pura abstracción, lejos del Dios que se encarna. Otras por ideologizarse tanto que se cercena la dimensión trascendente de la religiosidad. Es menester tener un corazón atento aún cuando la enseñanza del Maestro complique, interpele, desestabilice. No hay en Él imposición, siempre es el hijo de María, el Niño de Belén, el profeta humilde y pobre de Nazareth, el Señor servidor de todos.
Así entonces Cristo revela el grave problema y la contradicción entre la vida evangélica y el dinero, entre la fé cristiana y las posesiones -Francisco de Asís lo sabía muy bien-. No se trata, claro está, de una reivindación de cierto pobrismo o de empujar a miles a hondonadas de miserias: se trata de la radicalidad del Evangelio, se trata de que no hay medias tintas, se trata de reconocer a un solo Señor.
El dinero es un falso dios, un ídolo cruel en cuyos altares se realizan sacrificios humanos pues en esas aras terribles se reniega del prójimo. En tanto que el dinero pierde su carácter instrumental y deviene en bien absoluto y superior por sobre el derecho a la vida, a la salud, al trabajo, genera esclavos y desigualdades casi insalvables.
Y también devotos seguidores que te razonan miserias y te exigen sufrimientos mentándote los inmarcesibles beneficios de su cielo falaz, el mercado.
Pero no nos internaremos por veredas ingenuas ni tomaremos posturas anacrónicas. Lo que perdura y prevalece es la Palabra que revela el amor entrañable de Dios, y hemos de rogar para que el Verbo sea nuestra cotidianeidad, nuestra luz, nuestra paz.
Desandar idolatrías, rumbear hacia el hermano distante, hambrearnos con fervor de justicia, buscar el Reino con afán y con confianza, cuidar la casa común que se nos ha otorgado, agradecer por la vida que se renueva en cada despertar. Alegrarnos porque no todos tienen su precio, porque hay hermanos y hermanas santas que no se dejan comprar, porque otros tantos nunca se resignan ante el no se puede ni se arrodillan ante los supuestos imposibles.
Todo lo podemos en el Resucitado.
Paz y Bien
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