San José Obrero


San José, obrero

Para el día de hoy (01/05/13):  
Evangelio según San Mateo 13, 54-58


(Ante todo, lo evidente:más allá de algunos difusos antecedentes familiares de realeza, José de Nazareth es un hombre judío -judío hasta los huesos-, carpintero de aldea ignota y polvorienta, de esa Galilea de la periferia, siempre sospechosa y menospreciada.

Los estudiosos de las Escrituras lo denominan padre legal o padre putativo de Jesús. Estos términos, aunque quizás exactos en su formalidad, se nos hacen escasos de corazón.
Por ello nos tomaremos el atrevimiento de llamar a José de Nazareth como padre de Jesús con todas las letras, en mayúsculas y resaltado. Ser padre es una cuestión de amor, de cuidado, de entrega, y el carpintero nazareno sabía de todo esto tanto como la mujer que amaba, María de Nazareth.

Tanto así que, seguramente, las primeras palabras de ese Niño soñado por tantos hubieron de ser seguramente Abba -papá- e Imma -mamá-.
Seguramente también el Carpintero enseñó a ese hijo amado las primeras oraciones en hebreo para rogar al Dios de Israel, iniciándolo con decidido fervor en la fé y tradiciones de sus mayores.

Es un tiempo muy extraño, en donde un hombre llama hijito al Dios del Universo, y lo cuida y protege, y le enseña a rezar, y lo conduce sin estridencias en ese camino, a veces incierto, que es el de hacerse hombre.

No es entonces ajeno que Jesús de Nazareth, al revelar el rostro bondadoso de Dios, pensara siempre en su padre galileo. No es aventurado decir tampoco que llamara a Dios Abba por el recuerdo entrañable de su padre artesano y protector.

Si María de Nazareth es símbolo y expresión del rostro materno de Dios, José de Nazareth es entonces -desde una certeza cordial- el rostro paterno y bondadoso de un Dios que siempre nos cuida.

José de Nazareth es el silencio de los hombres íntegros e insobornables, ésos que sobre sus hombros humildes sostienen la vida, un silencio más elocuente que mil tempestades.

José de Nazareth son las manos encallecidas por los esfuerzos diarios para el sustento de los suyos, José de Nazareth es el que se desloma de sol a sol para que a los que ama nada les falte, sin estridencias ni rutilantes protagonismos.

José de Nazareth es el cuidado paciente en el exilio, peón golondrina en país extranjero trabajando de cualquier cosa para que no falte el pan ni el calor en el hogar. Hasta el mismo Dios aprendió su oficio con ojos asombrados de niño.

José de Nazareth es la enorme dignidad de los que en la cotidianeidad, mansos e íntegros, saben hacerse desde el trabajo, obreros tenaces de la vida, renegados perpetuos de cualquier dádiva y que no quieren que nadie -por el motivo que fuere- les regale nada, porque ellos mismos son regalo y ofrenda, esos hombres inmensamente humildes y sencillos por los que la existencia se dignifica y se vuelve sal y luz, con todo y a pesar de todo.

Por ello no hay otro día mejor para hacer memoria y presencia de José de Nazareth que este día, el día del trabajador, signo cierto de un Dios que jamás descansa por el bien de todos)

Paz y Bien

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