Para el día de hoy (18/04/12):
Evangelio según San Juan 3, 16-21
(No, no es el Dios de Jesús de Nazareth un dios hambriento de ofrendas y sacrificios, sediento de sangre, fiscal, juez y verdugo rápido y eficaz, el dios de algunos puros privilegiados e inaccesible para casi todos, el dios manipulable por precisas prácticas piadosas, el dios de las balanzas que espera en nuestros finales -llave en mano- con edenes e infiernos preparados.
Nada de eso es el Dios Abbá, Padre de Jesús y Padre nuestro.
Él irrumpe en la historia como un niño pequeño en brazos de su madre, asumiendo hasta el extremo nuestra frágil condición humana. Viene sin imponer, sin levantar su voz, pidiendo respetuoso permiso.
Es un Padre que nos ama y una Madre que nos cuida, y que no quiere que ninguno se pierda.
Es el Dios de los extraviados, incansable buscador de los perdidos, amigo fiel de los excluidos, compañero de nuestras soledades, hermano de todos los crucificados.
Es ese Dios que es amor y que Él mismo se hace ofrenda para toda la humanidad en su Hijo, para que sean buenos tiempos de luz, para que no imperen las tinieblas. Es don, es misterio, es bondad inenarrable.
Ese amor infinito es también misión y compromiso para todos y cada uno de nosotros. Descubrirnos salvados no es tanto adherirnos a una doctrina, a algo sino más bien a Alguien que nunca dejará de estar con nosotros y acompañarnos.
Por ello mismo, estar a su lado significa volverse señal certera de paz y justicia para los hermanos y de esperanza inclaudicable para nuestra gente y para todas las gentes, resignando cualquier egoísmo y enciendo a cada paso luces permanentes de compasión y solidaridad)
Paz y Bien
1 comentarios:
Me encantó la foto del post, es fantástica
Publicar un comentario