Para el día de hoy (09/04/12):
Evangelio según San Mateo 28, 8-15
(Si hay algo de lo que está revestida la Pasión del Señor es de vulnerabilidad, un Jesús humillado en su soledad y pobreza, un Cristo que asume nuestra fragilidad y nuestros quebrantos en la ofrenda mayor de la cruz.
Así serán entonces las más vulnerables, las que no cuentan, esas mujeres encendidas de fé quienes se atreven a la esperanza y dejan abiertos espacios para la alegría. Y así sucede, pues el Dios de Jesús de Nazareth nunca defrauda a sus hijas e hijos ni abandona a los pequeños y excluidos.
Ellas se plenifican de felicidad, una felicidad que nada ni nadie podrá quitarles y tienen la necesidad incontenible de avisar y dar cuenta de la mejor de las noticias, por eso sus pies vuelan al encuentro de Pedro y los otros, y porque hay que salir presurosos de esos sepulcros blanqueados de la exclusión, de la miseria y del dolor que nos hemos construido a través del tiempo. Los sepulcros devienen inútiles porque la vida prevalece.
Ellas buscaban el cuerpo muerto del Maestro Amado, y se maravillaron hasta extremos inconmensurables pues Jesús está vivo: es la vida que permanece germinal aún en la oscuridad de las tumbas, es la vida la que decide y no la muerte quien tiene la última palabra.
Por supuesto, están los que siempre apuestan al poder corruptor del dinero para desdibujar la eternidad que siempre se nos está amaneciendo, usufructuando rumores y socavando almas.
Sin embargo, es el fin del no se puede, y es la verdad mayor del amor la que no puede esconderse ni acallarse.
Hoy, dos milenios después, es menester volver a preguntarnos como María de Magdala donde está, adonde se han llevado al Maestro.
Sin dudas, lo encontraremos junto a sus hermanos, y hay que emprender el viaje presurosos a esas Galileas de la sospecha perpetua, Galileas de donde nunca esperaremos nada, Galileas de los márgenes y la periferia.
Allí nos encontraremos nuevamente con el Crucificado, vivo entre nosotros, un Cristo Resucitado que encabeza nuestra caravana del para siempre, un Dios compañero de nuestros días)
Paz y Bien
Así serán entonces las más vulnerables, las que no cuentan, esas mujeres encendidas de fé quienes se atreven a la esperanza y dejan abiertos espacios para la alegría. Y así sucede, pues el Dios de Jesús de Nazareth nunca defrauda a sus hijas e hijos ni abandona a los pequeños y excluidos.
Ellas se plenifican de felicidad, una felicidad que nada ni nadie podrá quitarles y tienen la necesidad incontenible de avisar y dar cuenta de la mejor de las noticias, por eso sus pies vuelan al encuentro de Pedro y los otros, y porque hay que salir presurosos de esos sepulcros blanqueados de la exclusión, de la miseria y del dolor que nos hemos construido a través del tiempo. Los sepulcros devienen inútiles porque la vida prevalece.
Ellas buscaban el cuerpo muerto del Maestro Amado, y se maravillaron hasta extremos inconmensurables pues Jesús está vivo: es la vida que permanece germinal aún en la oscuridad de las tumbas, es la vida la que decide y no la muerte quien tiene la última palabra.
Por supuesto, están los que siempre apuestan al poder corruptor del dinero para desdibujar la eternidad que siempre se nos está amaneciendo, usufructuando rumores y socavando almas.
Sin embargo, es el fin del no se puede, y es la verdad mayor del amor la que no puede esconderse ni acallarse.
Hoy, dos milenios después, es menester volver a preguntarnos como María de Magdala donde está, adonde se han llevado al Maestro.
Sin dudas, lo encontraremos junto a sus hermanos, y hay que emprender el viaje presurosos a esas Galileas de la sospecha perpetua, Galileas de donde nunca esperaremos nada, Galileas de los márgenes y la periferia.
Allí nos encontraremos nuevamente con el Crucificado, vivo entre nosotros, un Cristo Resucitado que encabeza nuestra caravana del para siempre, un Dios compañero de nuestros días)
Paz y Bien
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