Para el día de hoy (12/04/12):
Evangelio según San Lucas 24, 35-48
(El Maestro ha presentado una constante: se hace presente en los lugares más inesperados y sorprendentes, allí en donde no suponemos que lo encontraremos, tan atados que estamos a nuestros preconceptos y nuestras ortodoxias.
Lo hemos visto en casa de un publicano despreciado, en tierra de extranjeros despreciados, en sitios exclusivos de leprosos e impuros, en cementerios habitados por enajenados, en tumbas de amigos, irremediablemente unido a impuros, a sospechosos, a extraños, a excluidos, a los perpetuos habitantes de los márgenes, a los rotulados como heterodoxos del cualquier poder.
En ese mismo talante, se hace presente allí en donde están reunidos los discípulos, que escuchan atónitos lo que les relatan los caminantes de Emaús.
Ellos son un grupo de mujeres y hombres ateridos de miedo y revestidos de desconsuelo, con sus puertas cerradas por temor a las severas autoridades que no vacilan a la hora de condenar, con sus seguridades resignadas, con sus certezas demolidas por la muerte del Maestro.
Ellos están así, tan malheridos en su alma por haber creído y seguido a ese Jesús de Nazareth que les anunciaba la mejor de las noticias, el Reino de Dios aquí y ahora. No es un sitio ni un grupo en donde cabe esperar que suceda algo bueno.
No hay puerta cerrada ni impedimento que se le resista: el Resucitado se hace presente en medio de la comunidad, y especialmente allí en donde la esperanza retrocede derrotada.
El Maestro se hace presente en medio de ellos con un mensaje de paz. La presencia de Dios en nuestras vidas indefectiblemente trae un saludo amistoso y restablece la paz en nuestras tormentas de tristeza y soledad.
Ellos se asustan: creen ver a un fantasma, una aparición, una mala jugada de su ansiedad. Tantas imágenes falsas solemos montarnos de Dios que descreemos cuando en verdad se nos hace presente. Sin embargo, Él está allí con las marcas de la Pasión en sus pies y en sus manos. El Resucitado es el Crucificado que está vivo.
Como a ellos, a nosotros también nos vuelve a decir: -Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo-. Allí lo reconocemos, está vivo pero porta las heridas de ese amor inmenso que es la cruz.
Para cuando nos asalten las dudas, o nos ahogue la desorientación y el sinsentido, nos reencontraremos con Dios en las llagas de nuestros hermanos heridos, y allí será el momento de preparar la mesa, de compartir peces y panes, de que florezca la paz como saludo y bendición)
Paz y Bien
1 comentarios:
Gracias por su reflexión es verdad, Él está constantemente a nuestro lado y no le vemos,El Maestro se hace presente en medio de ellos con un mensaje de paz.Así se presenta en nuestro caminar,que Dios nos conceda la gracia de reconocerle en cada uno de nuestros hermanos, gracias.
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