Evangelio según San Juan 11, 45-57
(Muchos estaban en la casa de Marta y María, porque los milagros no son privativos de los templos ni producto de rituales preestablecidos. La increíble Gracia de Dios actúa y nos sorprende desde la cotidianeidad, allí en donde acontece el devenir diario.
Este galileo es un atrevido incoercible: ha regresado a la vida a Lázaro, declarando que la muerte no tiene la última palabra, que Él está del lado de la vida, en Él la vida amanece porque Él es la vida.
Los poderosos de siempre arden de rabia, y deciden suprimirlo, eliminarlo, desaparecerlo. Ya han probado con todo: insultos, excomunión de la sinagoga, invectivas, declaraciones de blasfemia, diseminar la idea de que está enajenado o endemoniado; hasta trataron en varias oportunidades de provocar un linchamiento, pero no han podido hacer nada.
La conclusión menor es que nadie se muere en la víspera, pero debemos atrevernos a dar un paso más: Jesús sólo morirá en el momento exacto de su entrega mansa y entera, nadie lo tocará excepto que Él lo consienta como oblación para la vida de los demás.
Frente a la enorme amenaza que significaba Lázaro redivivo -porque cada vez más gentes se daban cuenta de qué hablaba Jesús y porqué actuaba así- se reune de urgencia el Sanedrín: son de reflejos rápidos a la hora de detectar enemigos y señalar ajenos.
Caifás -sumo sacerdote de turno en el servicio del Templo- toma la palabra y explicita lo que todos piensan: si el ascendiente de este galileo sigue creciendo sobre el pueblo, los romanos tomarán la cuestión en sus manos y arrasarán con todo. Las señales de ese hombre son signos de liberación, intolerables en mentes vasallas y colonizadas.
Ellos no mencionan el nombre del Maestro, como tampoco se suele decir el nombre de cualquier víctima; es el mecanismo torpe de quien quiere aligerar la carga de su conciencia, intentando volver abstracta a una persona concreta.
Pero, aún sin quererlo, Caifás habla con palabras de verdad y profecía: es preferible que uno solo muera por el pueblo a que perezca la nación entera. Lo que no dice es que no se trata de la suerte de Israel, sino del poder y las prebendas que ellos detentan.
Así sucederá: un solo hombre morirá por todo el pueblo, el horror y la muerte se cebarán en uno solo para que los demás vivan, uno se sacrificará declarando que nadie más debe ser sometido a violencias, que nadie más deber ser crucificado, que todos -Caifás del poder también- tienen destino de vida y plenitud.
Uno solo morirá, y al morir vivirá para siempre porque será el gesto de amor mayor)
Paz y Bien
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