Para el día de hoy (13/03/12):
Evangelio según San Lucas 4, 24-30
(Para comprender toda situación es menester ponerse en el lugar del otro. Por ello mismo la aseveración de Pedro -perdonar hasta siete veces- no es errónea.
Por el contrario, es generosa y en sus angosturas legalistas supone un intento de superación de la ley del Talión, y de todo lo aprendido desde niño; las siete ocasiones de perdonar implica ser golpeado en repetidas oportunidades por el mismo ofensor, y en consecuencia expandir los límites de la ley mosaica, simbolizando en ese número la plenitud.
El error que comete está en el vamos, en la cuantificación de ¿hasta cuantas veces?, en prefijar límites a lo que nos viene, gratuitamente, inconmensurable.
El servidor de la parábola tiene una deuda impagable, enorme -diez mil talentos equivalen a 164 toneladas de oro-. No sabemos la causa u origen de la deuda, no sabemos de su legalidad o legitimidad, pero es una situación que no desconocemos. A menudo, se suplica un poco más de tiempo para pagar lo impagable, para aliviar en parte esa deuda insoportable y espuria de nuestros pueblos, millones sojuzgados por los poderosos suplicando sólo un poco de tiempo, migajas de vida, fragmentos de dignidad.
Es dable que el sistema reaccione previsiblemente enviando a la esclavitud, a la miseria y a la indignidad a tantos, en ejercicio de un poder cruel y omnímodo perfectamente razonado y justificado.
Frente al ruego de un poco más de tiempo del funcionario/servidor, con la amenaza latente de un futuro oscuro para él y los suyos, el rey de la parábola reacciona de manera imprevista, sorprendente. Sólo se le pide tiempo, pero él reacciona con una iniciativa desmedida. Es Dios siempre quien toma la iniciativa, que no se adecua a nuestras limitadas expectativas, que desborda cualquier presupuesto.
Es la Gracia magnífica y sorprendente que nos enciende en asombro.
Sin embargo el servidor, a pesar de haber sido colmado en el perdón de la enormidad de su obligación, exige la devolución de una deuda menor ejerciendo la violencia. Solemos hacer lo mismo, atados a discusiones absurdas y fundamentando con puntillosas razones castigos, silencios impuestos y exclusiones por unas pocas monedas, por mínimas acciones que a veces nos molestan o nos ofenden.
En esa lógica se incluye el afamado perdono pero no olvido, y en esa razón también se encuentra la proporcionalidad que inferimos respecto a que seremos perdonados en la medida específica en que nosotros mismos ejerzamos el perdón, es decir, un dios que es una balanza perfecta de méritos acumulados, que nos espera en nuestros finales con un castigo prefijado, o con una absolución mesurada.
No así entre nosotros.
El perdón es la necesidad de seguir viviendo, de volvernos cada día más humanos.
Quien no perdona es quien se ha vuelto incapaz de descubrir en su existencia el perdón desbordante e inconmensurable del Dios de la Vida, y entonces sí, se vuelve verdugo eficaz de sus hermanos.
El perdón es la posibilidad increíble de ser plenos, de sanar heridas, de no andar haciendo cálculos, sino más bien de redescubrir en cada latido la acción recreadora de la justicia de Dios que es la Misericordia)
Paz y Bien
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