Santa María, Madre de Dios
Para el día de hoy (01/01/20)
Evangelio según San Lucas 2, 16-21
Arrancar no es fácil.
Aún nos retiene cierto lastre del año que ha pasado, con todas su vicisitudes, y tal vez los sopores propios de la mañana post festejos de Nochevieja no clarifican la cuestión.
Los cansancios que se arrastran a lo largo de la existencia niegan calendarios, y el pretendido nuevo comienzo propio de la fecha es sólo algo ilusorio, pues cierto realismo que bordea el tembladeral del cinismo, indica que pasado el feriado volveremos a multiplicar lo usual, la lucha por el sustento, un tiempo nutrido de violencias, injusticias, corrupción, negocios, egoísmos varios, enfermedades duraderas.
Y qué dirían los que están inmersos en los espantos de la guerra y la sombra ominosa de las persecuciones violentas, fanáticas, homicidas.
Invariablemente, las cosas se deciden en el reducto primordial de la existencia que se identifica como corazón, y que es mucho más que un limitado ámbito físico. Es el núcleo vital en donde nuestra humanidad germina todo, lo bueno, lo malo, lo frutal, lo estéril.
María de Nazareth guardaba en su corazón todas las cosas de Dios y las meditaba, dejaba que se crecieran, que la transformaran.
Ella es madre y hermana de aquellos que aún confían, que no abdican jamás en la esperanza, que saben que no hay imposibles porque Dios está entre nosotros.
Que el año que asoma sea un año cordial. Que sea cobijado en las honduras del corazón, rompiendo los torpes esquemas de olvido y de rutinas disipatorias. Que esté poblado de silencios frondosos, esos silencios que no son impuestos sino que se eligen con afán para poder escuchar mejor.
Y que por sobre todo, seamos albañiles y artesanos de los días, con Dios por sustento y destino.
Paz y Bien
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