La solidaridad que palpita en cada gesto del Maestro















Para el día de hoy (12/08/19):  

Evangelio según San Mateo 17, 22-27








Desde el regreso de la esclavitud y el exilio babilónicos, todos los varones judíos tenían la obligación de pagar dos dracmas para sostener el mantenimiento del Templo de Jerusalem y también el sostenimiento del servicio sacerdotal. Por ello era sumamente extraño que ningún hijo de Israel se negara a pagar este gravamen; de allí que tanto los discípulos lo pagaran, y la afirmación de Pedro de que el Maestro no se apartaría de las tradiciones y obligaciones de sus mayores, de su pueblo.

Sin embargo, el talante y tenor de las enseñanzas de Jesús requerían una explicación más profunda. Se trataba del respaldo efectivo al culto vigente, y eso confrontaba con cualquier novedad que Él anunciara, o más aún, el preguntarse en donde habría quedado lo nuevo del Reino.

Frente a toda especulación, sea cual fuere su grado mayor o menor de razonabilidad, lo verdaderamente importante es la libertad imborrable otorgada por ese asombroso vínculo filial dado, el de ser hijas e hijos de Dios. 
Cuando hay una raíz amorosa fundante, no hay imposición que valga, y todo lo que se impone a la fuerza se vuelve irremisiblemente ajeno. Para el Dios Abba de Jesús de Nazareth las cosas no se imponen, se ofrecen y proponen gratuitamente, sin condiciones, desde la ternura.
Porque hay una nueva relación que es la definitiva: las gentes no se vinculan ya con Dios a través del Templo enorme sino a través de la persona de Jesús de Nazareth.

El pez con la moneda de plata en la boca es símbolo entrañable de esa solidaridad que late en cada gesto, en cada silncio y en cada palabra del Maestro, signo manso de buscar el bien común desde la libertad y nunca desde el miedo. Él está indefectiblemente con nosotros.

Paz y Bien

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