Para el día de hoy (05/03/19):
Evangelio según San Marcos 10, 28-31
En ciertas estratos sociales opulentos, y también en países en donde no se pasa necesidad, es fácilmente verificable el materialismo especialmente en su faz dilettante de consumismo, que literalmente consume la vida pero nunca consuma la existencia. Es claro que esta cuestión no ha de acotarse exclusivamente a un ámbito de análisis socioeconómico, pues su raíz es eminentemente cordial: la verdadera riqueza está donde se pone el corazón, o mejor aún, que es lo que ocupa el corazón, el Espíritu de Dios, las cosas o, en su extremo, el dinero.
Pero hay cierto materialismo más sinuoso, quizás no tan tosco ni directo, que es el de brindar respuestas y explicaciones a las preguntas últimas -y primeras- de la existencia a través de la ciencia y la tecnología.
En cada ser humano hay una profunda sed de Dios, una angustiante necesidad de trascender aún cuando ello no se reconozca, y se razone mediante lógicas ajenas al espíritu. Hay cosas fundamentales que no pasan primero por la razón, sino por el co-razón.
Así entonces, desde esa perspectiva la promesa de Jesús de Nazareth de recibir el ciento por uno como premio o recompensa se limitará a un cálculo puntual sin arriesgarse a ingresar en la asombrosa dinámica de la Gracia y del infinito e incondicional amor de Dios, y todo desprendimiento se razonará desde perspectivas pseudomodernas de costo/beneficio o bien desde criterios psicologistas.
Es menester dejar atrás todos los materialismos, aquellos producto de la abundancia o aquellos que surgen a golpes de necesidad. Atrevernos, confiados, a dejar atrás todo aquello que nos aplasta esperanzas y nos come trascendencia, corazones que se vacíen de lo superfluo y se enriquezcan por Aquél que quiere hacer morada en esto que somos, corazones amplios para contener hermanos, amigos y enemigos´.
Sólo en Cristo está nuestra verdadera riqueza, la alegría, la vida eterna.
Paz y Bien
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