Domingo 3° durante el año
Para el día de hoy (22/01/17):
Evangelio según San Marcos 4, 12-23
En tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth, la situación en todo Israel era brava, complicada, ominosa: el grave peso de la bota romana se hacía sentir, y a la carga de tributos impagables se aunaban las humillaciones continuas que el pueblo sufría. El entorno religioso no ayudaba, pues en parte se infería que lo que se sufría era a causa de los pecados e infidelidades del pueblo, un pueblo sometido a una miríada de reglamentos y normas que dejaban en un culposo estado de impureza ritual a la gran mayoría.
Para los galileos era peor aún, pues su condición provinciana y periférica y poblada por varias concentraciones de gentiles los colocaban bajo la mirada escrutadora y despectiva de los expertos religiosos, creyentes de segunda, que en su mediocridad resultaban nulos para parir cosas nuevas.
Precisamente, en esos ámbitos tenebrosos en donde todo se disuelve, allí comienza el Señor su ministerio. A ese pueblo agobiado le llega al fin la luz, la vida, la esperanza con la presencia de Jesús de Nazareth y su anuncio del Reino de Dios cerca.
No se trata de ir ganando adeptos, claro que nó, ni fanáticos incondicionales y obtusos, ni agrandar el listado de pertenencia. Se trata ante todo de un servicio generoso e incondicional que se ofrece a toda la humanidad, a todos los pueblos comenzando por Galilea.
A ese pueblo golpeado por el dolor, boyante entre sombras, le ha llegado la luz, una luz que no es producto de un candelero fijo sino que es una luz viva, dinámica, personal, luz que transforma y aclara las miradas.
La tarea es grande pero no es individual, sino comunitaria, familiar. así Él convoca a otros que serán como Él por su decisión, por su iniciativa, por andar con Él, por vivir como Él. Son tan comunes como puede serlo una mujer o un hombre que se descubre en su cotidianeidad, en la identidad de sus tareas diarias.
Los primeros son pescadores de oficio en el mar de Galilea, y el Maestro los convoca a ser pescadores de hombres.
Atención: estos pescadores no ejercen su oficio con anzuelos y carnadas. Suelen utilizar redes amplias, y quizás sea un preanuncio de su vocación. Como pescadores de hombres, en su misión que es ante todo servicio, echarán sus redes de misericordia y compasión para que muchísimos peces permanezcan con vida, pequeños peces extraviados en el caos terrible de un mundo que los desdibuja y masifica.
Han pasado los siglos y cambiaron los opresores, y variaron los criterios religiosos. Brutos abyectos siempre hay, más hoy destacan los opresores de buenos modos, los que te razonan miserias y justifican dolores bajo diluvios de propaganda. Religiosamente, sigue esa tendencia a clasificar puros e impuros, propios y ajenos, desmedro del corazón misionero y la catolicidad de la Buena Noticia.
Pero a la vera de nuestros días, por la orilla de lo que somos pasa el Señor y nos vuelve a convocar, y vale la pena dejarlo todo y ponernos en marcha tras sus pasos, pescadores felices con una tarea que se nos ha confiado a nuestras manos.
Paz y Bien
1 comentarios:
Gracias, es verdad la tarea es en comunidad, Haciendo de nuestras comunidades, pequeños reinos de Dios, muchas, gracias, un fuerte abrazo fraterno.
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