Para el día de hoy (04/01/17):
Evangelio según San Juan 1, 35-42
El Bautista, además de tener una gran influencia sobre el pueblo, tenía un creciente grupo de discípulos. Él testimonia que Jesús de Nazareth es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, un testimonio que sólo puede acontecer desde la fé, descubrir al Mesías que camina humilde entre la multitud, el Redentor que está entre nosotros.
La voz del profeta despierta conciencias, rectifica rumbos e inaugura nuevos tiempos. Por su voz, dos de sus discípulos emprenderán una búsqueda que será camino y vida, tal como el Maestro con el que se encontrarán.
La actitud del Bautista es magnífica en su servicio y su humildad: contrariamente a las pertinaces tendencias de acumulación de poder, de influencias, la edificación de imperios que no siempre son personales, él es un servidor de Dios que es pleno al dar testimonio, y que se aparta hacia el silencio una vez que cumple su misión. José de Nazareth también tendrá el mismo carácter de servicio genuino, santamente desinteresado de cualquier ambición.
Los dos discípulos de Juan se dirigen tras los pasos del Cordero, el joven rabbí galileo que el profeta les había señalado. Él se vuelve hacia ellos, y es la señal de que toda búsqueda sincera del Cristo no será infructuosa, siempre que se busque se encontrará.
Ellos quieren saber el lugar donde vive. Quizás se trate de ciertos estereotipos convencionales, escolares: todo rabbí tenía un ambiente académico propio, un sitio al que acudían aquellos que querían convertirse en sus discípulos.
Extraño tiempo, pleno de novedades: el lugar del Maestro no se halla en un edificio, en una ubicación física aún en las más sagradas. El encuentro siempre es personal, un Cristo que reinará y se afincará en los corazones de los creyentes, templos vivos de la Gracia de Dios.
Por eso no hay discursos grandilocuentes ni transferencias de conocimientos doctrinarios: vengan y lo verán. La fé cristiana es caminar con Cristo, amar como Él amaba, vivir como Él vivía, mirar y ver el mundo con su mirada que es la mirada de Dios.
Andrés presta otro servicio inmenso: su testimonio ante su hermano Simón conducirá a éste al encuentro con Cristo. Es la experiencia existencial que se comunica, tesoro que se expande cuando se comparte, compromiso y misión´, y Simón, ante su propio encuentro con el Cristo que lo mira a los ojos se llamará Cephas -Pedro-, anuncio de su vocación. Un nuevo nombre que expresa la trascendencia de una nueva vida con Cristo.
La vida se transforma en el encuentro con Cristo, el Cordero de Dios que encontramos en la Palabra y en la Eucaristía, y que palpita en el testimonio fiel de sus amigos.
Paz y Bien
1 comentarios:
La Eucaristía es el centro de nuestra relación con Dios y de la configuración de nuestra vida , gracias un fuerte abrazo fraterno.
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