Para el día de hoy (20/01/17):
Evangelio según San Marcos 3, 13-19
El lugar en donde se desarrolla la escena del Evangelio para este día es la montaña, simbólicamente ámbito propicio para que acontezca lo sagrado, para el encuentro con Dios: recordemos que en el monte Sión el Dios de Israel, a través de Moisés, entrega a los suyos la Ley, para que al crisol del desierto un grupo de varias tribus de esclavos se conviertan en un pueblo nuevo a la faz de la tierra, su pueblo, que tendrá una tierra que Dios mismo les ha prometido. Y Dios cumple siempre sus promesas.
Por ello también la convocatoria de Cristo a los Doce, en ese momento de la historia y en esa montaña es convocatoria divina. En su tiempo, la llamada es a las doce tribus por medio de Moisés.
Ahora, en este kairós, tiempo exacto, tiempo propicio, Cristo -nuevo y definitivo Moisés- convoca a Doce hombres porque Él quiso, señal cierta de que todas las primacías y las iniciativas son siempre suyas, y porque a partir de ellos inaugura un pueblo nuevo, la Iglesia, cuya identidad no estará acotada a lo social, lo biológico, lo étnico sino que se extenderá a todas las naciones pues sus vínculos serán cordiales, pueblo nuevo que camina a la tierra prometida de la Salvación.
Los convocados son hombres tan comunes que su singularidad es conmovedora. Pescadores, estudiosos de la Torah, recaudadores de impuestos, militantes políticos, un espectro variopinto con nombres y rostros precisos, que en cualquier otra circunstancia deberíamos decir ni locos, no funcionará, son demasiado distintos. Nada de eso, el milagro de la comunión apostólica y eclesial es que su principio unificador y su destino es Cristo, la persona con la que hay que estar y quien pone en ellos y en todos nosotros una misión tan trascendente que no puede posponerse, tan urgente que es necesario dejarlo todo y seguirle, misión primera que es la oración, misión de salvación, de anuncio de Buenas Noticias, misión de paz y liberación.
Nuestra vocación comunitaria y personal también es convocatoria divina. No hay vocación menor o mayor, se trata del llamado de Dios a ser felices, plenos junto a Él, con Él y por Él. Por nuestros nombres nos llama, con el sueño de todo lo que podemos llegar a ser y a hacer a su lado y en su Nombre.
Paz y Bien
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