Para el día de hoy (14/01/17):
Evangelio según San Marcos 2, 13-17
Aunque parezca un sesgo parcial, podemos representar el ministerio de Jesús de Nazareth a través de numerosas comidas. En unas bodas en Caná de Galilea, junto a los publicanos en casa de Zaqueo, los encuentros cálidamente familiares en casa de Lázaro, Marta y María, en casa de Simón, una Última Cena con sus discípulos, el banquete en el hogar de Leví/Mateo como contemplamos en la lectura para el día de hoy.
Pero hay otras comidas y otras mesas también. La mesa de Levi en donde se cobran impuestos brutales de manera extorsiva, la mesa de Pilatos en donde decide el imperio, la mesa de Herodes en donde el poder suprime a los profetas, las mesas fariseas -tan estrechas y exclusivas- en donde todo se mira condescendiente y crítico a todo lo distinto, en donde a lo impuro se lo execra.
En cierto modo, la vida cristiana se expresa en la comensalidad, en el comer juntos, en la mesa compartida, ágape de hermanos en donde la vida se celebra y se agradece la bendición eterna de un Dios que está siempre presente en medio de su pueblo, un Dios que se ha quedado definitivamente en la Eucaristía.
Las mesas del Señor son escandalosas, porque la Gracia es escandalosa a los criterios del mundo.
En la mesa de hermanos todos cuentan, todos son importantes y hay asientos preferenciales para los que languidecen de hambre, para los que nadie invita, para los que siempre están fuera, aún cuando los motivos sean razonables.
Nada de razón tiene el Reino, pero sí mucho de co-razón, y ese corazón duele cuando la mesa de la Iglesia se restringe, se achica, se quitan lugares a los Levi, a las prostitutas, a todos los pecadores públicos.
Que nuestra comensalidad sea signo de caridad y acción de gracias por todo el bien que Cristo ha hecho en nuestras vidas.
Paz y Bien
1 comentarios:
La oportunidad de compartir nuestro amor con los demás es un regalo de Dios. Gracias, que el Señor sea con usted, un gran abrazo fraterno.
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