Todos verán la Salvación de Dios



Domingo 2º de Adviento

San Nicolás de Bari, obispo

Para el día de hoy (06/12/15): 

Evangelio según San Lucas 3, 1-6




En este segundo Domingo de Adviento, la liturgia nos brinda una lectura del Evangelio según San Lucas. En ella, con toda deliberación el Evangelista ofrece una serie de coordenadas destinadas a situarnos con exactitud en la historia de la Salvación.

Hay coordenadas históricas: el emperador Tiberio al frente absoluto del imperio romano, el procurador Pilato como delegado en Judea del opresor central, los tetrarcas vasallos de la zona -Herodes, Filipos y Lisanias-, y el pontificado de los sumos sacerdores saduceos Caifás y Anás, yerno y suegro respectivamente. Poder imperial, poder político, poder religioso conjugados y verificables, indicando de manera indubitable el surgimiento de un nuevo acontecimiento impulsado y sostenido por Dios en un momento específico de la historia, un Dios que interviene decididamente en el tiempo, y nó como un arcano escondido y confidencial, inaccesible para la gran mayoría, sino que el Evangelio surge abiertamente, a cielo limpio, sin disfrazes ni edulcorantes.

Hay también coordenadas teológicas: Juan el Bautista, el Precursor, se ubica en la encrucijada espiritual de Israel, allí donde confluyen las esperanzas de liberación de un pueblo, las certezas de los profetas y las promesas de Dios, un Dios que siempre cumple su palabra, que empeña todo su ser por los que ama.

Juan no es un campesino: es hijo del sacerdote Zacarías, y seguramente su vida familiar no está acosada por las urgencias de la pobreza. Pero este hombre, impulsado por el Espíritu, no sigue la tradición familiar -ni en el nombre ni en el oficio- y conducido por el Espíritu lo abandona todo, y se dirige al desierto.
Juan se hace vulnerable a todo, se viste con pieles de animales y se alimenta de frutos del campo, en mansa rebeldía a los palacios y todos los símbolos de los poderosos en sus palacios y sus templos enormes.
Con todo, vulnerable y marginal de acuerdo a los cánones establecidos, su estatura moral es enorme, y por ello es percibido como molesto y peligroso. A menudo la sola presencia de los hombres íntegros pone en evidencia la mórbida corrupción.
Pero al hijo de Zacarías e Isabel las palabras le queman por dentro, no puede callar, y su voz clama en el desierto, llamando al pueblo a la conversión, a un bautismo de renacimiento y perdón, de preparación a un tiempo nuevo y definitivo.
No ha debido ser fácil escuchar a un profeta como Juan; él se valía de figuras escatológicas muy duras para persuadir y convencer a las gentes de la necesidad del regreso a Dios. Aún así, sus palabras son un bálsamo para las gentes, y los escuchan con gratitud y alegre esperanza que se renueva y enciende.

Juan ha abdicado de la tradición familiar, y a pesar de ello su tarea es sacerdotal, pontifical. Juan es la bisagra perfecta entre el tiempo de las promesas, del largo exilio, y el tiempo de la Gracia, hacedor de puentes para que el pueblo arribe a la tierra prometida de la Gracia.

Extraña situación. Dios no se dirige por y hacia los doctores, los poderosos, el emperador -aunque lo vindiquen como a un dios-, o los dirigentes religiosos. Ni siquiera se afinca en la grandeza del Templo.
Dios se dirige a los márgenes mismos de la existencia, a los que no cuentan, a los que habitualmente se descarta. Juan dá cuenta de ello, tan periférico y enfrentado raigalmente a los poderosos, oye y escucha esa Palabra que lo transforma.

Desde los bordes, desde la insignificancia de un hombre silvestre y firme como un roble -desde lo mínimo de un Niño en brazos de su Madre-, la voz de Dios se hace oír nuevamente, para alegría de los que saben esperar, en humildes rescoldos de confianza: todos verán la Salvación de Dios, a nadie se le ha vedado el acceso, la puerta está abierta, la mesa está tendida, es tiempo de alistarse y regresar.

Paz y Bien

1 comentarios:

pensamiento dijo...

Gracias, por su compartir, un santo y feliz día.

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