Misa propia del día
Para el día de hoy (24/12/15)
Evangelio según San Lucas 1, 67-69
El viejo sacerdote Zacarías estaba recluido en el silencio. A veces, es menester callar hasta que puedan decirse cosas nuevas, veraces. O mejor aún, hasta renovarse para la Palabra.
Zacarías era un hombre entrado en años, casi un abuelo; pero por un extraordinario y bondadoso designio de Dios, se había convertido en un novel padre, y quizás podamos imaginar cierta torpeza al cargar en brazos al bebé -eso se aprende de a poco-, y una profundísima emoción y el asombro por esa vida nueva, renuevo jovial de la existencia. Tener a un hijo en brazos no puede relatarse con facilidad, tan hondo, tan fundante, tan transformador resulta.
Ese hijo era asombroso, fruto del amor que se profesaban con Isabel y de la infinita misericordia de su Dios.
Llegado el tiempo de la circuncisión del bebé -brit mila- es importantísima, es el recuerdo en el propio cuerpo de la alianza eterna entre Israel y su Dios. El momento es solemne, y los vecinos aseveran que el bebé debe llamarse al igual que el padre, Zacarías: es preciso mantener las costumbres y observar las tradiciones, y esos paisanos también imaginan un futuro sacerdotal para el niño, siguiendo los pasos paternos.
Sin embargo, la mamá se obstina: el niño ha de llamarse Juan, que significa Dios es misericordia, y esa declaración es firmemente ratificada por Zacarías.
Esa certeza sin vacilaciones conmueve e inquieta a los vecinos del poblado, pues intuyen que tras esa tenacidad hay una predestinación divina, un signo cierto de la mano de Dios en la criatura. Porque ese niño será una gran alegría para sus padres pero también para todo el pueblo, y Zacarías -con voz nueva, potente, joven a pesar de sus años- canta bendiciones a su Dios.
El cántico de Zacarías es un cuidadoso seguimiento piadoso de la fidelidad y la misericordia de Dios a través de toda la historia de Israel. En cierto modo, en las honduras de su corazón agradecido, Zacarías recorre todo el Antiguo Testamento y se queda exactamente en la frontera del Nuevo: como un Moisés, conduce corazones hasta las fronteras de la Gracia, y es imperioso que sean otros quien den el paso hacia la tierra prometida que es Cristo.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, de nuestros padres, de nuestros abuelos, de nuestros amigos, de nuestros hijos, que nunca abandona a su pueblo, que siempre fecunda nuestra historia, interponiendo su mano en favor de los pobres y los pequeños, en alba de Salvación, que cumple siempre lo que promete, que se hace tiempo, se hace vecino, rescatándonos de la muerte, para vivir en santidad y justicia por todos los días que nos toquen vivir. Un niño santo, Juan, prepara los caminos para que lleguemos al que trae todas las respuestas.
Con Zacarías, con la integridad de Juan, nos adentramos en silencio en el misterio absoluto del amor de Dios, luz en medio de la noche, un Niño en brazos de su Madre, tierra santa de nuestra liberación.
Feliz y Santa Navidad
Paz y Bien
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