Para el día de hoy (14/12/15):
Evangelio según San Mateo 21, 23-27
En las lecturas que nos van nutriendo estos días, es menester tener siempre por horizonte una Navidad cada vez más cercana. Ello le brinda un nivel de profundidad inusual, y claves de lectura muy útiles a nuestra reflexión.
En esta oportunidad, nos situamos en Jerusalem, precisamente en el Templo, y con el Maestro enseñando: ello brinda a todo el texto un aura de solemnidad que no podemos pasar por alto.
Se acercan a Jesús los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, y no se trata solamente de una identificación positiva por parte del Evangelista: los sumos sacerdotes y los ancianos/senadores -la nobleza laica- pertenecían a la secta saducea, y detentaban tanto el poder religioso como el económico, y eso, en una sociedad como la judía del siglo I, implicaba también el poder político.
Ellos se perciben a sí mismos como depositarios de la confianza y el poder divinos. Por ello, el surgimiento de ese joven rabbí galileo los descoloca, los reviste de pánico que se convierte en acciones concretas para tratar de reducirle, de suprimirlo, de acallarlo de una buena vez. Su influencia sobre el pueblo crece día a día, y para colmo se mueve por los bordes, por la periferia y por fuera de los estratos de poder habituales.
Se puede simplificar de modo veraz afirmando que esos hombres esbozan preconceptos descalificadores porque sienten bajo amenaza directa toda una vida de honras y privilegios a la que se creen con derecho por sobre los demás, las cabezas y corazones de los otros como escalones para ascender.
El preconcepto queda evidenciado en requerirle a Cristo que indique de dónde le surge esa autoridad -exousía- que ejerce sin vacilaciones a favor de los pobres, dolientes y pequeños. Es claro. Ellos mismos son los que libran cédulas, otorgan pergaminos y reconocen solamente una fracción de autoridad por ellos delegada o autorizada. La pregunta es falaz, tramposa. La pregunta correcta -aún cínica- debería ser quién te autorizó a hacer y decir lo que dices y haces.
Más en ellos no hay casuística, ni búsqueda de la verdad. Sólo un juego dialéctico que esconde desprecio, y por eso también rechazaron la autoridad del Bautista.
Es el tiempo ideal si ciertos privilegios e intereses propios obstan una apertura cordial frente a la Gracia de Dios. Si nos enredamos en absurdos juegos de palabras para no escuchar la Palabra. Pero muy especialmente, a no reconocer la evidencia del paso salvador de Cristo por nuestras vidas.
Paz y Bien
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