La cosecha y los obreros




Para el día de hoy (05/12/15): 

Evangelio según San Mateo 9, 35-10, 1. 5a. 6-8


La lectura del día irrumpe en nuestra mirada poniendo en evidencia la preocupación principal del Maestro, que es la situación de la multitud, abandonada a su suerte y a la deriva, ovejas extraviadas sin pastor. A esa preocupación a la que se vuelca por entero, pura compasión, subordinará la tarea que ha de encomendar a los discípulos.

Ellos deberán poner manos a la obra y corazón sin reserva, porque aún campean el dolor, la enfermedad y la muerte en un mundo hambriento de un poco de luz. Porque la vida se sigue coartando y apisonando de múltiples y refinadas maneras, y todo ello es contrario a un Reino tan cercano como un hermano, un vecino, un hijo, un Dios que se encarna entre todos nosotros.

El Maestro les encomienda a los suyos que nunca abandonen la súplica porque el Dueño de la mies envíe más obreros. Ello implica que la tarea es enorme, aunque no imposible, y es menester sumar manos, aunar esfuerzos, pues la tarea no es individual sino de índole familiar, comunitaria.
Pero su implicación es mayor que la simple necesidad: se trata de que los discípulos tengan siempre presente que la cosecha no les pertenece, que el Dueño es otro y han sido -sin mérito alguno- invitados a la tarea en un pié de igualdad con el Hijo, y más aún. Siempre hay más. Significa descentrarse de todos los egoísmos que encierran y asumir como propios los interese doloridos de esas gentes que apenas y a penas aguardan una noticia buena, una noticia nueva, un gesto de bondad, un alba de liberación.

La tarea es inmensa pero ello no debe desanimarnos, pues ante todo, la tarea es una bendición. El mandato evangelizador significa que cada discípulo será otro Cristo caminante, servidores de la Gracia, peregrinos de todas las esperanzas.

Paz y Bien

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