Un idioma nuevo



Para el día de hoy (09/10/13):  
Evangelio según San Lucas 11, 1-4


(Los discípulos le ruegan al Maestro que les enseñe a orar. Muchos estudiosos entienden que, principalmente, ellos quieren una oración que los distinga como grupo religioso, y que a su vez los distinga de los demás, a diferencia de los discípulos del Bautista, de los fariseos, de los esenios y de tantos otros.
Ello, además de razonable, encierra cierta profundidad que también nos alcanza: los cristianos hemos de distinguirnos, entre varias cosas, por la forma en que nos dirigimos a Dios.

Aún así, es dable suponer e imaginar que hay otro motivo más elemental, más básico, pero no por ello menos profundo.

Ellos lo han visto a Jesús, y han descubierto que hay una dimensión que no conocían, la de un Dios asombrosamente cercano y bondadoso. Por ello son insuficientes esas palabras que conocen y que les han impuesto, fórmulas viejas que se repiten pero que no son más que eso, fórmulas vacuas.

Es claro que no quieren intermediarios; ellos intuyen que hay un idioma nuevo propuesto por Jesús de Nazareth, y vige la máxima traduttore/tradittore. Para hablar un idioma nuevo no sirven los intérpretes, sino a propia experiencia de palabras nuevas que se aprenden y, como niños, transmitir verazmente y desde el corazón los deseos y necesidades más elementales.

Por ello Jesús les dá el impulso inicial. Padre. Cielo y tierra. Pan. Perdón. Bendición y liberación. Esas son las primeras palabras de ese idioma nuevo, las palabras fundamentales.
Los discípulos tendrán, desde esa experiencia fundante, todo un camino por recorrer, para conocer y re-conocer a un Dios al que encontrarán en todo momento y en cada esquina, y así -desde la sencillez y la humildad- su léxico se crecerá con palabras de eternidad)

Paz y Bien

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