San Francisco de Asís
Para el día de hoy (04/10/13):
Evangelio según San Lucas 10, 13-16
(Cuentan que teniéndolo todo, se decidió a abrazar a la pobreza como a su amada. Cuentan que, inmerso en lides guerreras, se volvió extrañamente manso mensajero de paz. Cuentan que, a pesar de que sabía llamar la atención, despertando tanto fervores de aceptación como repulsas furiosas y rechazos encendidos, eligió ser uno más, un pequeño laico, un hermano menor, que de tan pequeño -en la maravillosa ilógica del Reino- se volvió hermanito de todos, de buenos y malos, de creyentes y no creyentes, de la humanidad y de la creación, hermano universal.
Se hacía uno con los dolientes, se volvió bálsamo para los leprosos, y allí encontraba resplandenciente el rostro de ese Cristo que en él se manifestaba.
La desnudez de sus ropas respondía por entero a la de su corazón enorme. Un hombre tan pequeño es apenas un hombre, pero ese hombre es señal de esperanza y auxilio porque ha desalojado de su interior todo lo que perece. Ese hombre, ese hermano es Buena Noticia que late y respira.
Es fé que se vive a cada instante, es retribuir desde su pequeñez y su pobreza toda la confianza que ese Dios bondadoso ha puesto en todos y cada uno de nosotros.
Ese hombre paupérrimo es revolucionario, es reformador, es profecía pura, pues interpela con su santa coherencia a los poderes establecidos que tanto daño hacen y que a tantos oprimen.
Ese hombre reconstruye una Iglesia ruinosa en acontecer pues edifica del único modo posible: desde la fé que se fundamenta en el amor, que sólo espera en Dios, que nada quiere saber de pompas, fastos, rótulos y que su camino es el servicio, autoexiliado perpetuo de todas las ganas de figurar, porque lo que importa es el mensaje y nó el mensajero, y el mensaje es Cristo, Dios con nosotros, Dios que nos ama con locura, la mejor de las noticias.
Hombres así como Francisco y mujeres así como Clara, ambos de Asís, son imprescindibles. Y con ellos y con todos los Franciscos y las Claras de la historia, nos descubrimos un poco menos solos, y mucho más esperanzados, aún en estas crueles ciudades que habitamos, tan voraces en tragarse lo humano.
Hombres y mujeres así nos renuevan la sonrisa, la paz y el bien)
Paz y Bien
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