La maternidad más profunda



Para el día de hoy (12/10/13):  
Evangelio según San Lucas 11, 27-28



(Jesús de Nazareth no pasaba inadvertido.

Ya por los signos o milagros que realizaba, por la forma única y novedosa de enseñar y hablar las cosas de Dios, por escandalizar a los severos y puntillosos dirigentes y así llevar aire fresco al pueblo agobiado, por recibir incondicionalmente a los descastados, a los que nadie recibía, Él despertaba pasiones encendidas.
A menudo equivocadas, tal vez pasajeras y banales, pero todas muy sinceras; además, ese rabbí galileo era un hombre pobre de manos encallecidas por el trabajo, con esa tonada galilea que sin dudas lo vendía, uno más entre toda la multitud abandonada a su suerte, que era tan parecido a ellos que, por eso mismo, resaltaba tanto.

Así, el elogio en voz alta -casi un grito- de esa mujer que hoy nos trae el Evangelista no es para nada extraño: es una mujer que, ante un hijo tan magnífico, elogia a la madre, una mujer que se regocija por la frondosa maternidad de otra, una solidaridad que sólo son capaces de comprender en su totalidad, precisamente, las mujeres. Bendito el vientre que lo ha llevado, benditos los pechos que lo criaron.

Sin embargo y contra todo pronóstico, la respuesta de Jesús no se hace esperar, y bendito sea el Espíritu de Jesús que siempre nos anda encendiendo todos los asombros.
-¡Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!-

Una mirada limitada indicaría que el maestro minimiza la alabanza de la que es destinataria María de Nazareth, su Madre.
Nada de eso. Su respuesta no hace más que re-conocer y engrandecer en su real dimensión a esa muchacha judía que es su Madre, su hermana y su primer y mejor discípula.

Los varones no tenemos palabras suficientes para intentar una mínima descripción de lo que significa gestar un hijo. Pero hay algo que es mucho más profundo que la biología, una biología que podemos intuir bendita y entretejida de santidad. Hay más, siempre hay más.
Nadie como María de Nazareth. Nadie como Ella ha sabido confiar, oír y escuchar en las profundidades mismas de su ser a la Palabra.
Y la Palabra, que es Palabra de Vida y Palabra Viva la transformó, a tal punto de hacerla Madre y -a pesar de las incomprensiones y de los horrores de la cruz- permanecer en la alegría que nunca se termina.

Quizás la eternidad no sea solamente el desalojo perpetuo de la muerte y la prevalencia definitiva de la vida, sino el ser felices para siempre, comenzando ahora mismo, con todo y a pesar de todo.
Nuestro destino y el de todos es la felicidad, y no hay magia ni instantaneidad, sino espera fecunda y paciente. Nos vamos haciendo día a día, y mejor aún, a cada instante podemos lograrlo, dejando que la palabra nos interpele, nos re-cree y nos transforme, pariendo cielo nuevo y tierra nueva)

Paz y Bien


2 comentarios:

Anónimo dijo...

GRACIAS HERMANOOOO RICARDO! DIOS TE BENDICE AHORA Y SIEMPRE, ES EL LATIDO DE TU CORAZÓN HECHO PALABRAS! GRACIAS POR TU PRECIOSA EXPRESIÓN QUE AYUDA TANTO A VER NUESTRA MATERNIDAD EN LO COTIDIANO DE CADA GESTO!

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Muchas gracias Violeta por tus cálidas palabras y tu presencia.
Qu el Dios de la vida te ilumine con su paz y su alegría
Un saludo fraterno en Cristo y María
Paz y Bien

Ricardo

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