Para el día de hoy (05/12/12):
Evangelio según San Lucas 15, 29-37
(Jesús se encuentra en tierra extranjera, en zona de paganos o, al menos, de no-judíos. Allí sube a un monte y se sienta, y es un símbolo de revelación y de tomar su lugar en el ámbito de la divinidad.
Las gentes acudían a Él en gran número; a pesar de no ser un paisano, de ser un rabbí judío, lo precedía su fama de taumaturgo que a todos atendía, y por eso esas gentes suben decididas esa montaña llevando consigo a todos sus dolientes.
Es un tiempo nuevo y bueno, y nadie es ajeno a la bondad, a la salud, a la liberación, siendo todas ellas flores primeras de la misma semilla del Evangelio.
Entonces los paralizados se movilizan, los ciegos recobran la vista y los mudos se pueden comunicar. Y el resultado es alabanza y gratitud, glorificación al Dios de Israel y no es un dato menor: son paganos que están agradeciendo la intervención de un Dios extranjero en las manos de ese nazareno, un Dios van descubriendo que no es tan lejano ni tan ajeno.
Estamos en presencia de una multitud que se acerca al Maestro en busca de alivio a sus dolores y pesares, que se atreven a subir una montaña, que se quedan gustosos tres días junto a Él, tres días que son signo de una vida nueva, tres días de una Resurrección germinal. Esas gentes no adolecen de hambre permanente, están hambrientos por esos tres días de permanencia junto a Jesús de Nazareth.
Lo que para otros hubiera sido normal o pasara inadvertido, no escapa a la mirada compasiva del Maestro, que tiene los mismos ojos bondadosos de su Madre, que expresa la mirada misericordiosa de Dios. Él se dá cuenta de la debilidad y el hambre de la multitud, y no es descubrimiento que se guarde para sí, ni un arcano que se resuelva en secreto. Por ello mismo involucra a los suyos, para que sean capaces de inclinarse hacia las necesidades de los demás, y ello es cuestión de familia, vocación de la Iglesia.
Una cosa es clara: los discípulos se aferran a sus limitados esquemas lógicos, y por ello aducen la imposibilidad de solucionar ese problema precisamente en un lugar alejado de cualquier poblado. Infieren que no es una cuestión que les incumba, y que esas gentes deben arreglarse como puedan.
Pero estamos en un tiempo nuevo, en la ilógica del Reino, y hay que involucrarse, comprometerse, acercarse, aproximarse, aprojimarse al que sufre. Porque al prójimo lo edificamos desde el corazón, y porque los imposibles mundanos se van al destierro cuando mujeres y hombres, convocados por Jesús de Nazareth, cometen la osadía de compartir y confiar.
Todos se sacian y quedan siete canastos llenos, quizás listos y dispuestos para los que están por llegar.
Una lectura superficial nos dejaría limitados a un Cristo sanador y a un increíble multiplicador de alimentos, pero hay más, mucho más -siempre hay más-.
El milagro es uno, la Buena Noticia, que se expresa en vida plena para todos, en compasión que no sabe de pasividades, en acercarse con decisión a los que desfallecen de necesidad como se aproxima y se llega a nosotros un Dios que se hace hombre, que se hace Niño, que se hace pan)
Paz y Bien
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