Para el día de hoy (17/12/12):
Evangelio según San Mateo 1, 1-17
(Por un largo camino a través de los siglos, la mano bondadosa de Dios encaminó la promesa fiel de Salvación.
Aunque suene algo romántico o parezca teñido de abstracción, todos nosotros tenemos raíces familiares de larguísima data.
Compartimos las tiendas del desierto con el abuelo pastor de Ur, hombre de fé a toda prueba, de confianza inquebrantable, el que nos soñó a todos nosotros mirando en el cielo las innumerables estrellas.
Conocimos la esclavitud de manos de Faraón cuando apenas éramos unas tribus dispersas, hijos de Jacob. El brazo de Dios nos abrió caminos a través de las aguas para llegar al desierto, para peregrinar en sus arenas hirvientes, y fué el crisol que nos moldeó como pueblo.
Una tierra floreciente en promesas nos esperaba, y nos creímos un pueblo muy especial, porque el Altísimo nos guiaba de la mano.
Ese Dios nunca nos abandonó, y cuando nos apartábamos del camino recto, nos enviaba hombres de mirada lejana y voz fuerte, profetas que nos impulsaban al regreso a la justicia.
Tuvimos en esta familia reyes guerreros, poetas y sabios. Nos descubrimos nación poderosa, pero también bebimos las hieles de las derrotas, los exilios y los destierros.
Y cuando la opresión nos ahogaba, se redoblaba la promesa primera, y nuestra esperanza hallaba renuevo por ese Mesías que habría de venir.
Mujeres insospechadas fueron también parte del plan de Dios para todos nosotros, historia santa.
Ellas recuperaron el cauce cuando agonizábamos en las sequías de nuestros olvidos y nuestras miserias.
Una de ellas, especialmente, es lo mejor de la familia.
Ella era galilea, nazarena, una muchachita campesina a la que nadie en lo cotidiano tomaría demasiado en serio. Pero el Dios de la Vida se enamoró de Ella, y por una fé asombrosa y al calor de su interior se crecía humilde el Salvador prometido, su hijo Jesús, nuestro Cristo, nuestro hermano, nuestro Señor.
Hemos andado largos caminos a través de los siglos, y seguimos en pié pues hemos descubierto que la Salvación es urdimbre santa entre Dios y el hombre, que el Todopoderoso es tal porque nos ama sin límites, y, por sobre todas las cosas, que Dios es tan cercano que es parte de la familia.
Un Dios pariente que nos hace familia unida por lazos mucho más profundos que la biología o la raza. Somos familia cordial, y está llegándonos nuestro Hermano mayor)
Paz y Bien
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