Tercer Domingo de Adviento
Para el día de hoy (16/12/12):
Evangelio según San Lucas 3, 2b-3, 10-18
(En la estructura familiar/tribal de Israel, una institución clave y tradicional fué el goelato.
El clan tenía intereses y obligaciones recíprocas por los lazos de sangre que unían a los parientes, y era una cuestión crítica a la hora de la supervivencia. Entre las obligaciones, estaba el deber de protección, que se adjudicaba al pariente más próximo y más fuerte; a este pariente se lo denominaba Goel -Go'El-.
Esta tradición tribal luego fué sistematizada en la Ley, y comprendía cuatro aspectos fundamentales: la venganza de sangre, el rescate de las tierras perdidas, la liberación de parientes cautivos o esclavos y el Levirato. Este principio, el del Goel, se ejercía por derecho propio además de ser una obligación de misericordia para con los suyos.
Con el paso de los siglos, con los destierros, las cautividades, las opresiones impuestas por sus enemigos y una miríada se sufrimientos, el pueblo de Israel comenzó a identificar a su Dios como el Goel que vendría a intervenir directamente a su favor y en su rescate.
Jurídicamente, tanto la renuncia al derecho de goelato -por razones de debilidad- como la transferencia de la función a otro pariente más poderoso se simbolizaba quitándose las sandalias, para identificación del Goel más fuerte.
En los tiempos del Juan el Bautista, y de los comienzos del ministerio de Jesús de Nazareth, esta institución -antigua en varios siglos- aún perduraba.
El Bautista hace un llamado a la conversión, preparando la llegada del Mesías; esa conversión ha de ser universal y total, por eso las admoniciones a abandonar toda corrupción, a ejercer la justicia en lo cotidiano, al compartir lo propio con los necesitados.
Y es allí, frente a escribas, publicanos y mercenarios empleados por Herodes, afirma que la llegada del Mesías es inminente, que viene el más fuerte, el Ungido por el Espíritu Santo, y que él, Juan, ni siquiera es digno de desatarlas correas de sus sandalias.
Esto es clave: Juan no hace una declaración de profunda humildad, sino que es una afirmación jurídica y a la vez cristológica, pues reconoce en Aquel que viene al Goel, el que tiene el derecho pleno a nuestra liberación, el que tiene el verdadero poder que lo hace el más fuerte, el que ha de redimir a los cautivos, el pariente cercano elegido para la protección de los desvalidos de la familia.
Estamos ya en tiempos de la Gracia.
Jesús de Nazareth, Dios con nosotros, es el poderoso y el más fuerte por su amor infinito, y ese mismo amor entrañable el que le dá el derecho al rescate de los caídos en des-gracia.
Es un Dios tan cercano que es un Dios que se hace pariente, no ya por lazos sanguíneos, sino más bien por lazos espirituales, un pariente unido a esta familia creciente por la fé.
El Salvador está cerca, muy cerca, y han de saberlo aquellos sumidos en la cautividad, abandonados en la miseria, pisoteados por la injusticia, relegados al olvido.
Y quizás muchos de sus amigos asuman esa indeclinable misión de liberación y salvación en su Nombre, sandalias fraternas, compromiso intransferible)
Paz y Bien
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