Para el día de hoy (14/02/19):
Evangelio según San Marcos 7, 24-30
La lectura del día nos ubica, nuevamente, fuera de las fronteras de Israel; probablemente, el Maestro buscara un lugar un poco más reservado en el que pasando de incógnito pudiera descansar, retirarse con sus amigos para orar y restablecer fuerzas. Quizás sea ése el motivo antes que el de un viaje netamente misionero, pues la misma Escritura nos señala que Él no quería que nadie se enterara de su presencia.
Estamos en las cercanías de la ciudad de Tiro, traspasando la frontera norte de Galilea, territorio netamente pagano en el que se ubican numerosas familias campesinas de origen galileo, es decir, judías, y tal vez en uno de esos hogares el Maestro busca hospitalidad.
Los campesinos galileos de esa zona eran de origen muy humilde y, con frecuencia, despreciados enconadamente por la clase rica y sofisticada de la zona. Los tirios, históricamente, desprecian a los judíos, y su esplendor económico y cultural es una zona de activo comercio- los lleva a mirar de arriba hacia abajo a esos granjeros pobres que hablan otro idioma y tienen una religión extraña y cerrada.
Pero la fama sanadora y de apertura -Él recibía a todos- de Jesús de Nazareth lo precede y excede largamente las fronteras de Israel, y nada de pasar inadvertido. Una mujer se entera de su presencia, y corre a postrarse a sus pies.
El Evangelista destaca que se trata de una mujer pagana de origen sirofenicio; ello es importantísimo, pues indica tanto su condición religiosa -no es judía.- como su origen, que para los hijos de Israel es el epítome del enemigo acérrimo. Pero hay una tercera condición, y precisamente es que se trata de una mujer que se dirige abiertamente, quizás a los gritos, a un hombre que no es de su familia, ni de su cultura Para colmo este hombre es un rabbí judío, no tirio, no similar a sus vecinos.
Con todo eso en contra, ella se atreve y confía pues su pequeña hija sufre y no puede encontrar una cura al mal que le aqueja, confía en ese joven rabbí galileo que a nadie rechaza. La fé atraviesa todas las fronteras que se imponen, especialmente aquellas férreamente instaladas en las honduras de los corazones y las mentes.
La respuesta del Maestro sorprende por su dureza. En un primer momento nada contesta a las súplicas de la mujer, quizás manteniendo distancia por el atrevimiento y deseoso de no generar escándalos en ese lugar en donde le han recibido. Pero luego expresa su negativa a ayudarla con un tono despectivo: los perros es el término para el desprecio hacia lo distinto, lo impuro, lo que se execra -al día de hoy lo seguimos utilizando como insulto-. Tal vez -sólo tal vez- en el criterio de Jesús de Nazareth persistieran ciertos criterio tradicionales de nacionalidad, etnia, religión de sus mayores, la preferencia de su ministerio en primer lugar para los hijos de Israel.
Aún así, ella no se resigna. Su razonamiento es maravillosamente tenaz, profundamente piadoso y revestido de fé. Ella no está pidiendo nada para sí sino para su hijita enferma, pero en su voz encuentran ecos valientes todos los descartados, todos los que se ha encasillado como indignos o perros a la hora de la bendición y la salvación.
La fé de esa mujer suplica migajas de misericordia y esa súplica amorosa, confiada, es la que conmueve el corazón sagrado del Señor. Y allí se inaugura un nuevo y asombroso día de vida y milagros.
Paz y Bien
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