Para el día de hoy (04/02/19):
Evangelio según San Marcos 5, 1-20
Los discípulos no salían de su estupor, pues el Maestro, pleno de autoridad, había aplacado la furia de las aguas que embravecidas, parecían querer tragarse la frágil barca en la que navegaban.
Quizás por ello no le prestan demasiada atención a que han desembarcado en tierras gentiles, región de los gerasenos, ajenos a la bendición que suponen se acota al pueblo elegido.
Van el Maestro y los discípulos, pero el hombre poseído por el espíritu impuro le sale al cruce del paso del Señor: el bien, y el bien absoluto que es Cristo, pone en evidencia el mal que a veces se esconde y camufla de costumbre.
Ese hombre habitaba en los sepulcros, una cruel definición que decide y anticipa que ese hombre está muerto aún cuando su biología indique lo contrario, confinado al hogar de la muerte.
Encadenado y olvidado en el lugar en donde la comunidad no se reune, es parte del paisaje, y las gentes se han acostumbrado a su presencia peligrosa pues es peligroso tanto para los demás como para sí mismo.
Los gritos que enarbola y que asustan son la letanía quejosa de un dolor que se ha razonado por los demás: la acción primordial de las gentes ha sido encadenar a ese hombre, más no socorrerle.
A veces las frustraciones y las miserias de muchos se condensan en uno solo, torpe expiación que en verdad expresa que son varias las almas enfermas.
La mención del nombre del espíritu inmundo -Legión- es un reflejo de la situación imperante en la época: una legión romana estaba compuesta por seis mil hombres y era la carta principal para oprimir a muchos pueblos mediante la fuerza, y la identificación del espíritu alienante como legión es la denuncia de todas las opresiones que disminuyen las estaturas humanas, que aplastan, que doblegan.
Pero en la presencia del Señor no hay mal que se resista, y la bendición de Dios en Cristo ha llegar a todas las naciones, a todos los pueblos. Que nunca se deben razonar miserias, a pesar de que muchos siguen hoy mismo defendiendo el derecho a las piaras antes que al bien de las personas.
Cristo es nuestra liberación, y ese hombre con su vida restituida ha de regresar a los suyos con la bendición que no se calla ni se oculta. En esas tierras no hay ansias mesiánicas confundidas como en Israel, y el paso salvador de Dios por la existencia ha de contarse siempre a los demás, tesoro que llevamos en estas vasijas de barro que somos.
Paz y Bien
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