Iglesia, comunidad fraterna del Resucitado















Para el día de hoy (05/04/18):  

Evangelio según San Lucas 24, 35-48






La escena que nos brinda el Evangelista Lucas en el Evangelio del día presenta dos aristas contrapuestas que podemos reconocer entre el saludo de paz del Resucitado -Shalom que no deja dudas- y la reacción atónica y temerosa de los Once, el colegio apostólico.

Esa reacción es propia de hombres a los que aqueja grandes culpas, la sombra del abandono del Maestro en las horas decisivas de la Pasión y su incredulidad en la resurrección frente al testimonio veraz de otros discípulos fieles de Jesús.

Ellos se han quedado presos de los esquemas de un Mesías victorioso y revestido de gloria que se imponga por sobre sus enemigos y restaure la corona davídica y, con ello, la soberanía de la nación judía. Pero a la vez, la imagen sangrienta y agonizante del Señor se les había quedado impresa en su memoria y su razón: es por ello que cuando Cristo irrumpe en la estancia en donde se encontraban, creen ver un fantasma, una ilusión, el regreso del ánima de un muerto que viene a exigirles rendición de cuentas.

En las mesas de Cristo siempre acontecen hechos asombrosos, pródigos de eternidad, revelaciones divinas, y esta ocasión no es distinta: el Resucitado come frente a ellos pero también con ellos. Allí están sus manos y sus pies traspasados, pero sigue siendo el mismo Cristo que ha compartido con ellos Palabra, caminos y pan, que murió en la cruz y que ahora ha resucitado. No se trata de una aparición fantasmagórica ni de una trampa psicológica, es el Señor.

Son hombres culposos, pero re-creados por la inmensa misericordia de Dios que los renueva desde el Pan y la Palabra compartidas, porque al Resucitado ha de encontrársele siempre en comunidad, vocación familiar y eterna de un Dios que se hace presente en la Iglesia.

El testimonio de María de Magdala y de los discípulos de Emaús son importantísimos, pero esa no es nuestra fé.

Nuestra fé es la fé de los apóstoles, y se funda en el testimonio de aquellos que han sido testigos vitales de la vida, la muerte y la Resurrección de Cristo, mensaje definitivo que hemos de llevar a todos los pueblos, servidores humildes de una luz que no nos pertenece.

Paz y Bien

1 comentarios:

Walter Fernández dijo...
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