Humilde, sencillo y trascendente como el pan












Para el día de hoy (20/04/18):  

Evangelio según San Juan 6, 51-59








A veces es necesario regresar a los recuerdos vívidos que en la velocidad cotidiana suelen olvidarse, gratas y valiosas vivencias que explican lo que somos y lo que podemos ser. Así, en la memoria de muchos de nosotros está el calor familiar de padres y abuelos: los increíbles esfuerzos, las inverosímiles luchas de nuestros mayores para que nada nos falte, aún en momentos críticos, toda una existencia ofrecida en el pan que se nos ofrece en la mesa familiar, un pan amasado con trabajo y silencioso amor incondicional de la madre. Por eso mismo, por más que el pan tenga que ver con la pervivencia biológica, no tiene sentido en sí mismo sino por la vida que se brinda generosa en la mesa de la familia. Cuando compartimos el pan cotidiano también compartimos la vida de todos los que trabajaron para que ese pan llegue a nuestra mesa, nos alimentamos de ese amor, mos nutrimos de ese afecto entrañable y fiel.

Con Cristo en la Eucaristía encontramos también señales similares pero llevadas a su estadio perfecto, absoluto. su vida entera ofrecida para la vida del mundo, para la vida eterna, para sostenernos en este peregrinar hacia la casa del Padre.
Nada más ni nada menos que una convocatoria a todos los pueblos, una humilde invitación a ser partícipes de la eternidad.

Comer su carne no puede comprenderse en el sentido literal, tal como hacían los fariseos, que se horrorizaban ante una imagen de comer trozos de un cadáver. Pero hemos andado algo extraviados, y quizás la Eucaristía se nos haya vuelto demasiado abstracta, confusamente impoluta.
No podemos soslayar a la sencillez del pan ni a la existencia misma de Cristo que se nos brinda desde la cruz, la vida de un Dios que desanda su eterna gloria y desciende a nuestros bajíos de humanidad en el fango, comunión total de amor, de destino, de vida que se ofrece en los altares diarios para que otros vivan, vidas como pan para que nadie desfallezca en un mundo que desciende a pasos agigantados en humanidad y, por lo tanto, en espacios santos.

Paz y Bien

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