Para el día de hoy (18/04/18):
Evangelio según San Juan 6, 35-40
El sentido común dicta cuestiones fundamentales que tienen que ver con la pervivencia, con las limitaciones existenciales, con la finitud biológica; sin embargo, a menudo es imprescindible su ejercicio desde una perspectiva de madurez y nó tanto desde una ilusoria adolescencia que proyecta imágenes de un modo cinematográfico. A cada cosa su tiempo y su edad.
Así, ese sentido común -el menos común de los sentidos, es claro- indica que el pan entendido como sustento es decisivo a la hora de la supervivencia. Sin sustento no hay nutrientes, proteínas, oligoelementos, vitaminas que respalden al organismo y lo establezcan sano; por ello, sin pan uno se muere.
No obstante ello, en muchas sociedades y comunidades el hambre no es una urgencia ni una preocupación, pero aún así la muerte es un horizonte cierto al que tarde o temprano se arriba de manera ineludible.
Por eso podemos intuir asombro y estupor entre esas gentes en Cafarnaúm que escuchaban atentamente al Maestro: Él mismo se presenta como Pan de vida, y como si no fuera suficiente, que ese pan generosamente ofrecido es alimento para la vida eterna, para franquear gratamente las fronteras de la muerte.
Ver, venir y creer. Ingresar sin miedos y con valor a esa dinámica que Cristo nos propone, la aceptación de su Persona, muy diferente a la simple adhesión a una idea. Alimentarnos con el pan definitivo de su Palabra para que nadie más languidezca en estos arrabales mundanos. Aceptar con gratitud la vida plena que se nos ofrece, que sólo Cristo comunica, pan que nos vivifica para llegar íntegros y libres a la tierra prometida de la eternidad.
El Dios del universo ha tendido un puente salvando todas las distancias, y ese puente/sacerdote es Cristo, Dios con nosotros, nuestro hermano y Señor.
Paz y Bien
Así, ese sentido común -el menos común de los sentidos, es claro- indica que el pan entendido como sustento es decisivo a la hora de la supervivencia. Sin sustento no hay nutrientes, proteínas, oligoelementos, vitaminas que respalden al organismo y lo establezcan sano; por ello, sin pan uno se muere.
No obstante ello, en muchas sociedades y comunidades el hambre no es una urgencia ni una preocupación, pero aún así la muerte es un horizonte cierto al que tarde o temprano se arriba de manera ineludible.
Por eso podemos intuir asombro y estupor entre esas gentes en Cafarnaúm que escuchaban atentamente al Maestro: Él mismo se presenta como Pan de vida, y como si no fuera suficiente, que ese pan generosamente ofrecido es alimento para la vida eterna, para franquear gratamente las fronteras de la muerte.
Ver, venir y creer. Ingresar sin miedos y con valor a esa dinámica que Cristo nos propone, la aceptación de su Persona, muy diferente a la simple adhesión a una idea. Alimentarnos con el pan definitivo de su Palabra para que nadie más languidezca en estos arrabales mundanos. Aceptar con gratitud la vida plena que se nos ofrece, que sólo Cristo comunica, pan que nos vivifica para llegar íntegros y libres a la tierra prometida de la eternidad.
El Dios del universo ha tendido un puente salvando todas las distancias, y ese puente/sacerdote es Cristo, Dios con nosotros, nuestro hermano y Señor.
Paz y Bien
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