Culto y compasión














Para el día de hoy (17/01/18):  

 
 
Evangelio según San Marcos 3, 1-6





El culto realizado en la sinagoga durante el Shabbat era sagrado, y de cumplimiento estricto; lo que se debía hacer durante ese lapso estaba férreamente delimitado, de tal modo que resultaba frecuente encontrar a los principales del lugar preocupados en detectar las posibles infracciones.
Todo se había exacerbado a tal punto que, con pretendidas buenas intenciones, el Shabbat se volvía cada vez más rígido y excluyente y carecía de todo espíritu festivo, de encuentro y celebración con Dios. Así entonces esos hombres fariseos se volcaban por entero al resguardo de la observancia exacta de la Ley, pero no cedían ni un ápice de su tiempo para pensar en su Dios, aún cuando decían actuar en su nombre.

Ese sábado, por entre los asistentes al culto se encontraba un hombre con la mano paralizada o reseca; seguramente estaba apartado de la congregación principal pues era sabido que toda enfermedad se atribuía a la consecuencia directa del pecado, es decir, ese hombre carecía de derechos de plena participación religiosa por ser considerado un pecador, un impuro en ese pequeño mundo de hombres selectos.
Como si ello no bastara, con su dolencia tampoco tenía la posibilidad de trabajar y ganarse dignamente su sustento, volviéndose por entero dependiente de los demás.

Los ojos escrutadores de esos profesionales de la religión estaban puestos en el Maestro, avizores para detectar cualquier anomalía heterodoxa por la cual condenarlo.
Por ello, Jesús de Nazareth hace dar un paso al frente al enfermo, al doliente, y lo pone por delante y al centro de la comunidad; allí precisamente está el milagro, en la restitución de la dignidad y en subvertir el desorden establecido, y la sanación de la mano paralizada será consecuencia de esa humanidad re-creada.
Porque los verdaderos discapacitados era aquellos que dejaron endurecer sus corazones y practicaban sacrificios humanos...en el altar de su soberbia y su egoísmo, sacrificaban al prójimo.

Jesús de Nazareth enseña y revela el Reino con palabras, con gestos, con hechos.
Así entonces el culto verdadero será la compasión que no atrevamos a encarnar, y hay celebración plena cuando el doliente y el necesitado pasan a ser el centro de la asamblea.

Paz y Bien


0 comentarios:

Publicar un comentario

ir arriba