Esperanza sin engaños




Para el día de hoy (25/11/14) 

Evangelio según San Lucas 21, 5-9


Algunos de los discípulos, llenos de admiración y orgullo patriótico frente al Templo de Jerusalem, comentaban ésto con el Maestro, refiriéndose a las magníficas piedras ornamentales y a las ofrendas votivas.
Es que ese Templo era para la nación judía el centro y fundamento de su cosmovisión: allí estaba afincada su identidad nacional y sus raíces religiosas, pues entendían que su Dios se hallaría allí, en el recinto sagrado, en el culto específico, el la doctrina puntillosa y en las tradiciones de siglos que ahora los imbuían como pueblo.
Quizás, en este siglo nos cueste un poco valuar la real dimensión se su alcance: sólo referiremos que la destrucción de jerusalem y el derribo del Templo en el año 70 DC a manos de las legiones romanas supuso una catástrofe inconmensurable, aún mucho mayor que los miles de muertos y otros tantos de hombres y mujeres jerosolimitanos vendidos como esclavos. La destrucción del templo implicó la destrucción de su mundo y de su identidad.

A ello, en parte, se refiere Jesús de Nazareth. Pero sería erróneo atascarnos solamente en el hecho histórico, pues los Evangelios no son crónicas históricas sino teológicas, es decir, espirituales. Por eso las palabras de Jesús de Nazareth se dirigen a los discípulos de todos los tiempos, nosotros mismos entre ellos.

Lo importante es no dejarse engañar por nada ni nadie, aún cuando acontezcan hechos durísimos, luctuosos que parezcan permanentes, y aún cuando podamos escuchar voces convincentes y amenazantes respecto de todas las tragedias.

No hay que resignarse ni desmayar. El tiempo de Dios no es el nuestro, no es mensurable, sólo puede percibirse desde el misterio de la fé.

Lo importante es sostenerse en la esperanza en Aquél que es nuestro templo definitivo, nuestra alegría, nuestro horizonte, nuestra Salvación.

Paz y Bien

1 comentarios:

pensamiento dijo...

sólo gracias, por este compartir, Dios le bendiga.

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