Domingo Tercero de Pascua
Para el día de hoy (04/05/14):
Evangelio según San Lucas 24, 13-35
Cleofás y el otro hombre van camino de la aldea de Emaús, conversando cariacontecidos por todo lo que ha sucedido en Jerusalem, en el calvario con el Maestro, los horrores de la Pasión, su muerte que los ha dejado estupefactos y abismados.
Es significativo que vayan juntos: ello responde a la enseñanza de Jesús de ir de dos en dos en misión, como comunidad incipiente, para combatir la soledad, para darse apoyo mutuo, y quizás estos dos hombres integraran el grupo de los setenta y dos alguna vez enviados. Y es significativo también el recuerdo del nombre de uno de ellos, quizás con el trasfondo de que pongamos nuestro propio nombre junto al de Cleofás.
Pero contra todo pronóstico y expectativa, el Señor ha resucitado. Ante un hecho de tal magnitud, y dado lo pasado, es lógico y razonable que Él se presentara a su Madre o bien a los Once, sus apóstoles, sus amigos con los que compartió su ministerio, más no a estos dos caminantes que no pertenecen a ese círculo primero, ni mucho menos a una mujer como María de Magadala. Pero Dios se escapa siempre de nuestros esquemas, no se deja atrapar en las molduras que gustamos de imponer, y en los asombros de la Gracia ese Dios se manifiesta en los sitios más inesperados y a partir de las gentes que habitualmente no son tenidas en cuenta.
La actitud de esos dos hombres frente a ese peregrino que se une a su caminar -y que no reconocen- es muy usual, la de exigir a otros sentir la misma tristeza y pesadumbre frente a un hecho doloroso, de teñir toda la realidad con colores luctuosos. Pero ese compañero de camino tiene una paciencia inconmensurable, y por eso los invita a volver a leer la historia desde otra perspectiva, desde las mismas Escrituras, y desde las honduras de sus almas. Porque hay razones que sólo se entienden desde los co-razones, porque hay más -siempre hay más- y a partir de una relectura de nuestras existencias todo puede cobrar pleno sentido.
La tarea docente tiene sus tiempos de maduración también; a veces, es necesario que el Maestro se aparte para que los discípulos rumien lo aprehendido, profundizando significados. Pero ellos, a pesar de su tristeza, no quebrantan la hospitalidad debida, y ese detalle que parece menor es importantísimo, pues es convidar hogar y mesa y fraternidad al peregrino de paso. Y este peregrino es el mismo Cristo, crucificado y resucitado.
Ellos le reconocen al partir el pan. No es sólo la acción, sino el cómo. Le reconocen por sus gestos, por su mirada, por su intensidad, porque pone todo su ser en el pan que se comparte.
Cristo no es ya para ellos una imagen piadosa o añorada, y es mucho más que un buen recuerdo: es una presencia real, viva entre ellos que les hace arder los corazones en plena noche.
Cuando abunden las sombras, hemos de recuperar la alegría perdida en la mesa grande del pan compartido. Allí está Dios, allí está la vida misma.
Paz y Bien
2 comentarios:
"La tarea docente tiene sus tiempos de maduración también; a veces, es necesario que el Maestro se aparte para que los discípulos rumien lo aprehendido, profundizando significados. Pero ellos, a pesar de su tristeza, no quebrantan la hospitalidad debida, y ese detalle que parece menor es importantísimo, pues es convidar hogar y mesa y fraternidad al peregrino de paso. Y este peregrino es el mismo Cristo, crucificado y resucitado"
Me parce una reflexión preciosa. Me quedo con lo vuelto a copiar. Nunca había pensado de ese modo.
Gracias una vez más por tu compartir.
Un saludo en Cristo resucitado.
Gracias a vos porque estos ecos son santos, frutos de la Gracia, más allá de cualquier mérito -que en mi caso no lo hay-
Un abrazo en el Resucitado que nos congrega
Paz y Bien
Ricardo
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