Para el día de hoy (17/05/14)
Evangelio según San Juan 14, 7-14
La declamación pura y abstracta no es del todo sana, no hace nada bien al crecimiento de los corazones. Porque son tristemente conocidos los discursos grandilocuentes, las prédicas efectistas y miríadas de libros analíticos y sesudos que hablan acerca de Dios, de cómo es Él y, a partir de esos postulados, de cómo deberíamos comportarnos merced a pretendidas moralinas que de allí se desprenden.
Sin embargo, nuestro lenguaje humano no es ni siquiera un balbuceo menor e incomprensible para hablar de Dios. Nada podríamos -por nuestra cuenta- expresar de Él con nuestras palabras, las que hace demasiado tiempo dejaron de ser logos, de tener relevancia y compromiso, palabras en las que uno se juega la vida pues uno es, en cierto modo, sus palabras.
Aún así, la revelación de Jesús de Nazareth derriba cualquier muro de sombras pues Él mismo, su presencia, es pura luz que disipa toda oscuridad. Y por ese Cristo conocemos a Dios y le reconocemos en el modo en que Jesús vivió, en como ama Jesús, en la misericordia que respira, en la bondad que brinda como lluvia fresca e incondicional, en su solidaridad extrema, en su servicio perpetuo, en la ofrenda de su existencia misma que tiene su cúlmine en esa cruz que no es sólo patíbulo, sino señal del amor mayor para todos nosotros, para toda la humanidad.
En Cristo ser transparenta el mismo Dios del universo, y es tal su identificación que Dios es y está en Jesús y Jesús es y está en Dios, zarza ardiente en cada uno de nuestros instantes.
Como discípulos o, mejor aún, como amigos y hermanos suyos, no podemos menos que ansiar esa transparencia.
Porque al Dios de Jesús de Nazareth, de María y José de Nazareth se lo encuentra en cada gesto de bondad, en la insondable eternidad del amor cuando se encarna en el aquí y el ahora, en el hambre tenaz de justicia y en la sed obstinada de paz, en la edificación de un ámbito inmenso y cálido con sitio para toda la humanidad, hogar y familia que llamamos Iglesia.
No es fácil, es claro. Pero de la mano de Cristo todo se puede, y los imposibles dejan de ser tales cuando se hace presente la fé.
Paz y Bien
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