Para el día de hoy (08/05/14):
Evangelio según San Juan 19, 25-27
Corría el año 1630, y éramos apenas una colonia periférica de un vasto y poderoso imperio. Ni siquiera estaban incipientes sueños de Patria, de casa común.
Pero Ella ha venido hasta nosotros y se ha quedado, desde entonces y para siempre.
La llevan junto a una imagen hermana -la Virgen de Supampa- por travesía en un buque comercial, y por caminos clandestinos -ruta de contrabandistas-, pues había algo turbio en los negocios de quienes encargaron las imágenes. La carga no se compone solamente de dos pequeñas imágenes de terracota, sino que se complementa ominosamente con una miseria aberrante: un esclavo negro, Manuel por nombre, es compañero de la Virgen.
Aún así, por senderos inusuales y extraños, en medio de costumbres crueles, todo puede suceder porque Dios sigue germinando la historia, y con tenacidad de madre, con la obstinación que sólo conocen los que aman, decide quedarse en este suelo. No habría, ni hay ni existirá fuerza alguna que mueva esa carreta de ruedas enormes, no consta en el universo nada que pueda conmover estos amores que nos definen y constituyen, Virgen Gaucha, Madre del Señor, Señora de Luján, hermana y compañera de nuestros andares que cobija entre sus pequeñas manos nuestra historia y nuestro pueblo, aún con todos nuestros quebrantos, aún con nuestras luces y nuestras sombras.
La Virgen surera permanece firme en el horror de nuestras cruces y sonríe feliz en el cimbrear de nuestras fiestas.
Madre por ese Cristo que está en donde Ella se encuentre -porque donde está la Madre está el Hijo-.
Gaucha por la santa mixtura de la sangre india que aún nos corre silenciosa, y por tantos abuelos que han venido atravesando mares extensos, gauchísima confortando a los que sufren y protegiendo a tantos desvalidos, abandonados y hambreados que han de ser nuestra vergüenza y nuestra misión, protectora de los niños sometidos, Cruz del sur de tantos jóvenes sin rumbo, fiel hermana de una multitud silenciosa de mujeres y hombres honestos que desde su esfuerzo edifican una casa grande para todos, casa común en donde todos cuentan, todos son importantes, que no reconoce enemigos sino hijos y hermanos.
Ella, como en Nazareth, como en el Calvario y en la Villa de Luján también, no tiene casa propia. Ha vivido siempre en techo prestado, porque su hogar ha de ser siempre el hogar de los hijos que la reciben sin reservas, a puro afecto, con la fortaleza indestructible de la ternura.
Señora de Luján ruega por nosotros, por los que nos precedieron, por los que están perdidos, por los que vendrán, por ese hijo tuyo siempre presente que ahora sucede a Pedro, por todos aquellos que con tu misma hermosa obstinación -rebelde, pura, santa- se afirman en la solidaridad, en la presencia, en la justicia y en la paz.
Amén
Paz y Bien
Octubre de 2012 - Última misa celebrada en la Basílica de Luján celebrada por el entonces cardenal arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio S.J., hoy Francisco PP.
Nuestra Señora de Luján en la Plaza de San Pedro
La Virgen Gaucha en el palacio pontificio junto a S.S.Francisco
0 comentarios:
Publicar un comentario