Para el día de hoy (31/03/14):
Evangelio según San Juan 4, 43-54
La sumisión a la opinión pública suele llevar al olvido de los principios, de los destinos y a renegar de toda ética. Es la opinión pública, en ese aspecto, un monstruo voraz.
Poco tiempo atrás, Jesús de Nazareth se había ido de su querencia rechazado con rabia por los suyos; hasta intentaron despeñarlo en un cerro cercano. Por las líneas anteriores, se podría presuponer que Él no regresaría a Galilea, notoriamente hostil y reactiva a cualquier novedad y enseñanza.
Pero el Maestro tiene una tenacidad asombrosa, y en los umbrales del Reino es precisamente en donde ha de abandonarse el no se puede.
En los ámbitos humanos, nunca nada es tan lineal, no exacto, ni predeterminado. Y tal vez, todos nos volvemos terriblemente parecidos en el dolor, desde el sufrimiento; allí es donde uno se despoja de los rótulos que diferencian y separan.
En el Evangelio para el día de hoy destaca la angustia de ese funcionario real frente a su hijo que está en las últimas, en Cafarnaúm.
Es un funcionario real, es decir, un burócrata de la estructura de poder del violento usurpador Herodes, ese tetrarca de Galilea que gbierna mediante el terror y una absoluta falta de escrúpulos, respaldado por el poderío de las legiones romanas. Pero aquí, ello podría tener relevancia para nosotros; para Cristo hay un doliente y hay un amor de padre desesperado.
Los milagros son profusos, abundantes, tan desbordantes como lo es el mismo amor de Dios. Pero es menester tener ojos capaces de ver, una mirada que pueda descubrirlos en la cotidianeidad. Porque suceden, y suceden en la insondable urdimbre de la Gracia de Dios y la fé del hombre.
Todo se resuelve allí.
En la fé expresada en confianza: confiamos en Alguien antes que en algo, en una idea, en un dogma.
En la obediencia, que no es hacer torpes venias a caprichos quen nos resultan extraños y ajenos. La obediencia es escuchar atentamente -ob audire- y actuar en consecuencia.
Allí suceden los verdaderos milagros, que son mucho más que hechos prodigiosos o espectaculares.
Un milagro acontece cuando, a pesar de que broten señales de que todo está perdido, la vida prevalece.
Paz y Bien
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