Para el día de hoy (02/03/14):
Evangelio según San Mateo 6, 24-34
Mucho se ha dicho y escrito acerca del tema del dinero que hoy nos plantea la Palabra. Y quiera Dios que nunca sea un tema olvidado ni dejado de lado.
Porque el ídolo Dinero es un dios falso que exige lealtades extremas y tiene una particular voracidad cultual: en sus aras, han de ofrecerse de continuo sacrificios humanos.
Porque en los altares del Dinero se sacrifica al prójimo, se consuman los holocaustos de los pobres, los indefensos, los desprotegidos, los más pequeños, los que no cuentan-
No puede haber medias tintas. O uno u otro. Es imposible una vida plena con el alma en fractura, es decir, con el alma partida en dos, y cada fragmento haciendo esfuerzos en direcciones contrarias.
Ello se magnifica cuando Jesús de Nazareth explicita con palabras lo que Él vive y respira, la realidad de Dios, su total identificación con Él, con sus amores y sueños.
El Dios de Jesús de Nazareth es el Dios de la Gracia, el Dios de generosidad incondicional, de lo gratuito brindado con alegría y sin reservas a todas las mujeres y los hombres de todo el universo, de todos los tiempos, de todas las religiones -en ellos también los incrédulos y los indiferentes-, los buenos, los malos, los tibios, los mansos, los violentos. Dios que es un Padre que se desvive por todos, Dios que es Madre que nos cobija en sus manos. Tan amada por Dios es la vida humana que Él mismo la ha asumido como propia en el misterio insondable de la Encarnación, y es por ello que la vida humana deviene sagrada.
Sagrada por lo dado, sagrada por quien la sustenta, sagrada por Aquél que es capaz de morirse para que nadie más caiga en las fauces de cualquier cruz que seamos capaces de imaginar.
En esa sintonía que es sinfonía, la justicia no es tanto una señora de ojos vendados con una balanza exacta enarbolada. Más bien, la justicia es un ama de casa con os ojos bien abiertos y con una escoba en la mano, que vive para sus hijos, que respira pura familia y cuidado.
La justicia de Dios es la misericordia, y es lo verdaderamente valioso por lo cual existir y consumirse para consumar la plenitud. De tan valiosos que somos, el sueño de Dios para toda la humanidad es la felicidad misma sin excepciones.
Paz y Bien
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