Para el día de hoy (16/07/13):
Evangelio según San Mateo 11, 20-24
(Muchos de nosotros vivimos en estas enormes ciudades, megapolis en donde el individuo se disuelve en el anonimato y las personas son arrolladas por indiferentes lluvias de hormigón y vidrio desalmados, en donde sobreabunda la autosuficiencia, florecen violencia y resignación y mucho, mucho se mira y poco se vé.
En estos grandes monstruos -que a menudo amamos tanto- es usual que no se conozca al vecino, que apenas se sobreviva, que la rutina esté abyectamente impregnada de velocidad y ruido, y que se mire hacia otro lado, y así se reniegue de lo evidente.
Porque a pesar de ese dolor que campea, de lo inhumano que sobreabunda, hay muchas señales de Salvación, de vida -que no de supervivencia- al alcance de los corazones que estén dispuestos.
En cierto modo, estamos sometidos a cierta dictadura mediática, es decir, que lo que no aparece en los medios masivos carece de sustento, fundamento y realidad.
Pero con todo y a pesar de todo, en la periferia, desde la humildad y el silencio hay luces que destellan en medio de esta noche tan prolongada. Mujeres y hombres que son sal y son luz, hermanas y hermanos silenciosos del servicio, de la vida compartida de modo incondicional.
Muchos son los que mantienen a raya, a puro corazón, al hambre que amenaza a tantos, especialmente a los viejos y a los niños. Otros son profetas a viva voz de esa justicia que se aplica a unos pocos. Otros tantos son mensajeros sencillos de posibles tiempos mejores, desde los pequeños gestos, desde la cortesía, el respeto y el fundamental reconocimiento del otro.
Esas gentes son las que justifican que estas ciudades aún se mantengan en pié, los pocos justos que amparan a todos los demás.
Porque en medio de tanto olvido, siguen aconteciendo los milagros de la fraternidad y la solidaridad)
Paz y Bien
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