Para el día de hoy (07/07/13):
Evangelio según San Lucas 10, 1-12. 17-20
(Para la misión, el Maestro no ha convocado solamente a los Doce sino también a otros setenta y dos, símbolo preciso de la universalidad de ese mandato, pues para la mentalidad de Israel del siglo I, setenta y dos son las naciones paganas del mundo: esto refiere a su universalidad -catolicidad- sin ningún límite racial, social, político, cultural o religioso.
Las enviadas y los enviados no se aventurarán en soledad, irán de dos en dos. Solos es imposible, y en el tiempo de la Gracia la individualidad ha de dejarse atrás, pues se trata siempre de edificar el nosotros, testimonio veraz, testimonio solidario para no caer por los caminos.
La misión tiene la misma urgencia de un parto próximo, porque la historia humana, desde la Encarnación, está grávida de vida por la Gracia. No hay que detenerse por nada, y es menester la sencillez, y fundante la pobreza de medios y recursos, pues el Garante y quien sustentará cada paso, por mínimo que parezca, será el mismo Dios, Dios bondadoso y providente que se hace compañero de todo andar, y hasta camino mismo se vuelve para nuestros pies inciertos.
No hay que temer a pesar de tanto lobo suelto. Lobos ideológicos, lobos religiosos, lobos materialistas, lobos de la violencia, lobos de la comunidad, prestos a clavar sus garras, ocultos en cada recodo de la huella. Con todo y a pesar de todo no vamos solos, apenas y a penas somos mujeres y hombres frágiles y quebradizos -sin nada, sólo habitados por Dios- en misión de paz, de paz que se comparte y reparte como el pan, en paz que no se impone sino que se anuncia y propone y que no tiene demasiados secretos ni planificaciones: esa paz comienza en los mismos hogares.
No hay noticia mejor, ni más importante ni más movilizadora que ésta, y es que el Reino de Dios está cerca, muy cerca, tan cerca que está al alcance de todo corazón, allí donde puede comenzar a germinar la compasión y la justicia, la liberación y la Salvación, los días entretejidos de eternidad.
En este oficio que se hace día a día y que es impostergable, el motor primero es la alegría. Esa felicidad inmensa de que nuestros nombres, aquello que nos identifica, está guardado y crece al calor de la infinita ternura de Dios)
Paz y Bien
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