Para el día de hoy (08/07/13):
Evangelio según San Mateo 9, 18-26
(El Maestro era defenestrado con fervor por los religiosos profesionales, es decir, por aquellos varones piadosos que -a la vez- eran los rabiosos guardianes de los preceptos de la ley mosaica y de la ortodoxia establecida.
Es que Jesús de Nazareth, frente a la necesidad de socorro de una persona, nunca vacilaba ni se demoraba en abstracciones o procedimientos preestablecidos. Ante todo está el auxilio al hermano, señal cierta de un Dios que jamás descansa por el bien de todos. Ello le traería innumerables problemas, el ostracismo social, el repudio de los suyos, la persecución, la excomunión de la sinagoga y los fundamentos principales que utilizaría el Sanedrín -blasfemia- para dictar su sentencia de muerte.
Con todo y a pesar de todo, para hacer el bien no se debe pedir autorización.
Hoy el Evangelista nos habla de dos mujeres.
Una, con la vida que se le escapa junto con la sangre que pierde desde hace doce años, y que además de hacerla vecina de una muerte segura la vuelve impura absoluta, impedida de cualquier vida en comunidad y de toda cercanía con otro, pues se consideraba esa impureza transmisible.
La otra, una vida en ciernes sesgada antes de florecer, una vida jovencísima que no crecerá, ni amará, ni tendrá hijos, una niña que al morir arrastra sin quererlo el corazón de sus padres.
En esta lectura tres son los atrevidos.
Esa mujer no se resigna, y confía en ese Cristo que pasa y del que tanto le han hablado. Confía porque sabe que de ese rabbí galileo emana una fuerza extraña, muy distinta a lo que conoce. Todo indicaba que no debería tener contacto con Él, so pena de impurificarlo, pero su alma no ha sido doblegada por aquellos que imponen directrices de dolor. La fé es también atreverse, animarse porque lo único que perdura es la misericordia, porque nada es definitivo excepto el amor.
El Maestro se dá cuenta, aún cuando el contacto sucede en medio de la multitud. Es la atención de quien no pierde los detalles importantes, de quien no se marea con la bulla, de quien no deja de mirar y ver lo que verdaderamente cuenta, y lo decisivo es la conjunción de esa confiada rebeldía de la mujer y la compasión encendida de Dios que no rehuye ni se niega, que restablece su cuerpo y su dignidad desde la ternura, llamándola hija.
Ese jefe/magistrado tampoco se ha dejado atrapar por los esquemas prefijados. Es su niña, la luz de sus ojos la que se pierde, y no le importa quebrantar con todo lo que él mismo, seguramente, ha contribuido a normar, ni se detiene por un instante a considerar las consecuencias funestas de su accionar. Cuando una vida está en peligro, cuando la muerte se asoma, no hay excusas ni demoras.
El Señor es el gran atrevido, el insolente que se deja tocar por la impura, que toda la impureza establecida por la muerte para transformarla en vida recuperada, que no le importan los juicios de corazones mezquinos, que no se demora en el socorro, que establece el culto verdadero que es la compasión, que les dice a los participantes de ese momento fúnebre y a todos nosotros que no, que la niña no ha muerto, que está dormida, porque se nos ha adormecido hasta casi morirse la compasión, el socorro, la misericordia y esa solidaridad que obra milagros)
Paz y Bien
2 comentarios:
Ricardo Hermosa esta linda entrada Saludos
Gracias hermano por tu presencia y tus palabras.
Un fraterno saludo en el Dios de la Vida
Paz y Bien
Ricardo
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