Para el día de hoy (19/06/13):
Evangelio según San Mateo 6, 1-6. 16-18
(Existía en tiempos de la predicación del Maestro -y ha atravesado la historia hasta nuestros días- una religiosidad retributiva, es decir, la búsqueda de recompensas actuales por parte de Dios a cambio de nuestra estricta ortodoxia o, peor aún, del intercambio o trueque de acciones de piedad a cambio de favores divinos. Ello nada tiene que ver con el tiempo nuevo de la Gracia, del amor incondicional, desinteresado y generoso de ese Dios que es Padre y Madre y que sale a la búsqueda y rescate de la humanidad a través de su Hijo Jesús de Nazareth.
Esta actitud religiosa suele también estar acompañada de ansias de figuración, de existismos, de exhibicionismos poco humildes; así a menudo esta familia que somos, la Iglesia, se ha detenido profusamente en contar cuantos somos numéricamente, en una búsqueda matemática de adeptos y en demostraciones públicas de fuerza y poder, olvidando lo fundamental, y es que crecemos hacia arriba cuando germinamos corazón adentro.
En realidad, estas diferentes actitudes nos opacan y nos vuelven escasamente transparentes, pues no somos nosotros los que debemos descollar, sino que a través de nosotros debe verse solamente al Crucificado que está vivo y presente, Evangelios latientes en donde pueda leerse la Buena Noticia sin ambages ni dificultades.
En la cotidianeidad está escondido el misterio insondable de la Encarnación -Dios con nosotros- y es menester dejar a Dios que sea Dios, permitirnos ser interpelados por una realidad que vá mucho más allá de una superficialidad a menudo tan ensombrecida por banalidades o por sombras de muerte.
Así entonces el culto se transforma y adquiere su real significado, y queda atrás esa repetición mecánica de gestos prefijados y re-presentados. Lo que cuenta es lo que se presenta al corazón sagrado de Dios, y el culto verdadero se expresa en la compasión y en el socorro que nos permitimos realizar a diario en el templo vivo de Dios, el hermano, el prójimo y hasta en el enemigo, todos hijas e hijos de ese Dios que nos cobija.
El misterio también nos rodea e invade cada día, pues no puede explicarse ni razonarse el amor y la misericordia de Dios. Sólo puede vivirse, y con espíritu de pobre y mirada asombrada de niño.
La ascesis y las obras de piedad son expresión de nuestra justicia, que no tiene ganas de figurar. Se trata siempre de la sobreabundancia de la Gracia de Dios, signos ciertos del Resucitado que habla con voz fuerte cuando las cosas deben decirse, que sabe hacer silencio para escuchar a Abba Dios, que es capaz de negarse todo para que otro hermano sobreviva un día más y viva también en plenitud, que antes que repetir oraciones mecánicamente hace de toda su existencia una vida orante que se contagia y expande como bendición universal)
Paz y Bien
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