Para el día de hoy (23/06/13):
Evangelio según San Lucas 9, 18-24
(La escena se define luego de la oración de Jesús, como todas las grandes decisiones -como toda la vida- se define en la escucha atenta de la voluntad de Dios, de la trascendencia, de lo profundo, de la herencia filial.
Es que el Maestro sabe lo que se asoma en su horizonte próximo. El rechazo, el desprecio, las torturas, la afrenta mayor de la crucifixión, es decir, ser ejecutado como un criminal subversivo y abyecto. Por ello es menester que los suyos, sus amigos, comprendan de qué se trata lo que está por acontecer, pues los hechos de su Pasión son esencia y razón de todo su ministerio que también es misterio de amor mayor.
El tiempo está madurando y se acerca el momento clave de la siembra, y por ello Él quiere saber lo que piensan sus amigos. No cuentan tanto las sensaciones variables de las multitudes ni las opiniones clasificatorias o ideológicas; el vínculo mayor entre los discípulos y el Maestro comienza por lo que ellos creen acerca de su misma persona. Todo es personal, la fé cristiana es afirmación y cercanía con la persona de Jesús de Nazareth mucho antes que ideas o dogmas abstractos.
Pedro, con una luz que no le pertenece, se convierte en portavoz de ese grupo de amigos y hermanos, comunidad creciente que es Iglesia: Jesús de Nazareth es el Cristo de Dios, el Salvador, el Mesías.
Sin embargo, no basta con el reconocimiento veraz de un título. Se trata de asimilar y hacer propia su vida en cada instante de la propia existencia, y ello sólo puede resultar siguiendo sus pasos, en camino de cruz al hombro.
No se trata de resignación -jamás-, de rendirse ante inevitables. Es tiempo de la Gracia y fin de todos los no se puede, de los imposibles.Tampoco es ponerse el sayo sufrido de los que se regodean con el rictus amargo del todo está mal por el más acá, y dejemos todo para el más allá. Es asumirse marginal para que nadie más agonice en los silencios, al borde de cualquier vida. Es declararse abyecto mientras se acepte como usual y razonable el hambre y la miseria. Es rebelarse mansamente contra toda imposición brutal, animarse a los dolores más bravos para que nadie más sufra, levantar los yugos que doblegan al hermano para que su carga sea más liviana y su paso más ligero, atreverse a la locura de morirse, morirse al egoísmo, al interés mezquino, a toda justificación personal para que prevalezca el nosotros de la vida compartida y expandida, sendero de los crucificados que no se detienen porque saben que a pesar de tantas sombras, nos amanecerá la Resurrección, cosecha cierta de todos los amores)
Paz y Bien
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