La Exaltación de la Santa Cruz
Para el día de hoy (14/09/12):
Evangelio según San Juan 3, 13-17
(Hoy celebramos la Exaltación de la Cruz.
De por sí, es una expresión controversial y hasta repudiable: en apariencia, implicaría una reivindicación malsana del sufrimiento, una asunción de lo sangriento como vínculo de pertenencia y la dura afirmación de que está bien el dolor, sea cual fuera su origen.
Más aún, la cruz era el patíbulo elegido usualmente por los romanos para ejecutar a los criminales mas abyectos en las diversas provincias del Imperio, tales como Judea y Galilea. Así entonces el ajusticiado se lo presupone marginal por delitos gravísimos, un maldito según la ley mosaica.
Desde esta perspectiva, estaríamos reivindicando el horror, y tristemente sabemos que a través de distintas épocas y en esta Iglesia que amamos no ha sido una postura infrecuente, sino una primacía que nos sigue golpeando.
Pero se trata en verdad de una cuestión de amor entrañable, antes que condición necesaria para una salvación post mortem.
Levantamos la cruz porque ese Cristo agonizante se ha entregado voluntariamente a la brutalidad de sus verdugos para que no haya más crucificados.
Levantamos la cruz porque Jesús de Nazareth es promesa cierta de tumbas inútiles y vacías, de vida que prevalece con todo y a pesar de todo.
Levantamos la cruz porque no es la sangre la que nos purifica, sino ese amor entrañable de Dios que nos ama incondicionalmente, que en el Hijo nos hace a todos hijas e hijos, hermanos para siempre.
Levantamos la cruz porque no hay dolor que sea definitivo, porque la muerte no tiene la última palabra, porque cuando todo se ensombrece ha de destellar la fértil solidaridad de quien deja sus huesos para que otro viva.
Levantamos la cruz porque no hay mayor amor que dar la vida por los demás)
Paz y Bien
Para el día de hoy (14/09/12):
Evangelio según San Juan 3, 13-17
(Hoy celebramos la Exaltación de la Cruz.
De por sí, es una expresión controversial y hasta repudiable: en apariencia, implicaría una reivindicación malsana del sufrimiento, una asunción de lo sangriento como vínculo de pertenencia y la dura afirmación de que está bien el dolor, sea cual fuera su origen.
Más aún, la cruz era el patíbulo elegido usualmente por los romanos para ejecutar a los criminales mas abyectos en las diversas provincias del Imperio, tales como Judea y Galilea. Así entonces el ajusticiado se lo presupone marginal por delitos gravísimos, un maldito según la ley mosaica.
Desde esta perspectiva, estaríamos reivindicando el horror, y tristemente sabemos que a través de distintas épocas y en esta Iglesia que amamos no ha sido una postura infrecuente, sino una primacía que nos sigue golpeando.
Pero se trata en verdad de una cuestión de amor entrañable, antes que condición necesaria para una salvación post mortem.
Levantamos la cruz porque ese Cristo agonizante se ha entregado voluntariamente a la brutalidad de sus verdugos para que no haya más crucificados.
Levantamos la cruz porque Jesús de Nazareth es promesa cierta de tumbas inútiles y vacías, de vida que prevalece con todo y a pesar de todo.
Levantamos la cruz porque no es la sangre la que nos purifica, sino ese amor entrañable de Dios que nos ama incondicionalmente, que en el Hijo nos hace a todos hijas e hijos, hermanos para siempre.
Levantamos la cruz porque no hay dolor que sea definitivo, porque la muerte no tiene la última palabra, porque cuando todo se ensombrece ha de destellar la fértil solidaridad de quien deja sus huesos para que otro viva.
Levantamos la cruz porque no hay mayor amor que dar la vida por los demás)
Paz y Bien
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