Para el día de hoy (05/01/12):
Evangelio según San Juan 1, 43-51
(Estamos bajo el impulso de la afirmación de Juan, aquella en la que afirmaba que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, es decir, tenemos la cercana certeza de saber que Jesús de Nazareth es presencia y memoria de liberación, de Dios que interviene en la historia para liberar a su pueblo.
De las orillas del Jordán -el sencillo templo del Bautista, corazón y agua del río-, Jesús se encamina hacia Galilea, la sospechosa y despreciada Galilea de los gentiles, la antítesis de la Judea de la ortodoxia, del Templo, del poder, de los ricos y poderosos.
En su decisión hay definición y es más que sorprendente: parece que Dios amanece la Salvación allí mismo, en la periferia de todo, en donde se presupone que nada sucede, que ya está todo finalizado.
El -Sígueme- que le dirige a Felipe no es orden tajante a obedecer sin hesitar, ni un profuso debate teológico para la comprensión de una doctrina. Es una invitación sencilla y libre, signo cierto de que Dios siempre toma la iniciativa en salir a buscar a los dispersos, y que nuestra misión nace de esa acción primera de Salvación, iniciativa de liberación del Dios de la Vida que continúan sus hijas e hijos.
Felipe se enciende de asombro y sorpresa, y sin lugar a dudas su corazón arde del mismo modo que el corazón de los discípulos en la calzada de Emaús: el encuentro con Jesús desata las ansias de compartir el hallazgo con los demás, por eso Felipe no se queda, y comparte sus sentires con su amigo Natanael.
Es claro que cada persona es un universo de complejidad y profundidades. Cada uno tiene sus tiempos y sus modos de vivenciar los hitos de su existencia de un modo enteramente personal, y es por ello que Natanael al comienzo se muestra escéptico. Razona con la mentalidad imperante que nada bueno puede venir de Nazareth, como solemos razonar acerca de villas y favelas, nada bueno puede venir de migrantes sin papeles, menos de pobres, jamás de homosexuales, divorciados o portadores de mil estigmas diferentes.
-Ven y verás- invita Felipe, convidando a la sorpresa y al asombro, pues hay más, siempre hay más. Hay otra realidad al alcance del corazón para mujeres y hombres sin dobleces, capaces de descubrir a ese Alguien concreto que ha salido a nuestro encuentro, que nos mira y vé siempre primero bajo las higueras de nuestras comodidades y a la sombra de nuestras rutinas.
El encuentro es una invitación a salir al sol, a encontrarse con Jesús de Nazareth, a jugarse entero porque los cielos están abiertos, porque la trascendencia y la infinitud se han conjugado en una persona que no se reserva nada para sí y lo comparte con todo aquel que se anime a vivir una nueva vida en el Espíritu, un Dios compañero que camina con nosotros)
Paz y Bien
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